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Memoria, Verdad, Justicia, siempre

por Revista Cítrica
24 de marzo de 2025

Un nuevo 24 de marzo en la Plaza de Mayo, a 49 años de la dictadura cívico-militar que nos dejó 30 mil desaparecidos y desaparecidas. La memoria se hace militancia y lucha colectiva en las calles. Las familias hoy marchan para que Nunca Más suceda en Argentina.

El silencio de 49 años pesa en el aire, pero ya sabemos de qué se trata: el pueblo lo convierte en lucha colectiva y memoria viva. Avenida de Mayo, remeras con consignas y rostros que recuerdan a nuestros desaparecidos, y pañuelos que son bandera. Como cada 24 de marzo, Argentina se moviliza por la Memoria, la Verdad y la Justicia. No es una fecha triste sino de lucha; no es un recuerdo estático, sino un compromiso presente, un acto de resistencia colectiva ante el negacionismo. 

"Marcho por mi abuelo, que no conocí", dice Sofía, una joven estudiante de 20 años con un cartel. "Siento que es mi responsabilidad, mi forma de conocerlo y de que su historia no se pierda. Es un acto de amor y de rebeldía, todo junto". A su lado, un grupo de veteranos de la militancia, asienten. Uno de ellos, Carlos dice: "Marcho por los que no están. Por los amigos, los compañeros de facultad, que un día desaparecieron. Cada 24 de marzo es un reencuentro con ellos.  Es decirles que no nos olvidamos, que su lucha valió la pena".

El aire se carga de una emotividad solemne con el paso de las Madres de Plaza de Mayo, cuya marcha es una procesión sagrada. Sus pañuelos blancos, bordados con los nombres de sus hijos, son faros de dignidad en un mar de gente. Caminan con la misma entereza que las llevó, hace casi medio siglo, a desafiar el terrorismo de Estado. "¡Madres de la Plaza, el pueblo las abraza!", se escucha de la multitud. Las Madres, incansables, han convertido su dolor en una bandera de lucha que trasciende fronteras. La ronda silenciosa que iniciaron en la plaza se ha transformado en un pedido internacional por los derechos humanos, un recordatorio de que su persistencia hizo posible que la justicia comenzara a abrirse camino.

Las Abuelas de Plaza de Mayo, con su búsqueda incansable de los nietos apropiados ilegalmente, se han convertido en símbolos de la esperanza. "Cada uno de nosotros que recupera su identidad es una derrota para el olvido y una victoria para la verdad", cuenta Javier, un "nieto recuperado" que camina orgulloso.  Él, junto a más de un centenar de nietos, es la prueba de que el amor y la tenacidad de las Abuelas lograron lo que parecía imposible: reconstruir identidades robadas y sanar heridas profundas en la sociedad.

La columna avanza con cada pancarta y cada voz sumando su propia nota a la sinfonía de la memoria. Familias enteras, con niños pequeños. Sindicatos y organizaciones sociales marchan con sus propias banderas, uniendo la reivindicación de la justicia pasada con las luchas del presente. Las consignas de justicia social y derechos humanos se entrelazan con el recuerdo de las víctimas, uniendo pasado y futuro: no nos han vencido. La músicay los bombos, una banda sonora de resistencia, acompañan los cánticos que se repiten con un eco que se siente en el alma: "¡30.000 detenidos desaparecidos, presentes, ahora y siempre!".

Al llegar a la Plaza de Mayo, el acto central reafirma la vigencia de las demandas. El silencio se impone para la lectura de los nombres de las víctimas, una letanía que golpea el corazón de los presentes. Se leen nombres, se escuchan relatos y se alza la voz contra la impunidad y el negacionismo. La plaza, lugar de todas las luchas, se convierte en un templo de la memoria colectiva, un espacio donde la historia se cuenta desde el dolor, pero también desde la esperanza. Es la certeza de que, aunque el tiempo pase, la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia sigue y seguirá en pie, como el pañuelo blanco de una Madre que no deja de buscar, o el abrazo de un nieto que no deja de agradecer.