Compartir

"Oesterheld estaría muy contento"

por Mariano Pagnucco
08 de mayo de 2025

Ramiro San Honorio es el mayor coleccionista de "El Eternauta" y cumplió el sueño de estar cerca de la producción de la serie. Habla de los intentos fallidos de adaptación, de la ventana que se abre para el audiovisual argentino y de la necesidad vigente del héroe colectivo.

Lanfranco Burattini, uno de los responsables de las armas utilizadas en El Eternauta, pensó en hacer un regalo especial al finalizar el rodaje de la primera temporada de la serie producida por Netflix. Armó cuatro cajas con sus respectivas réplicas del FAL que utiliza Juan Salvo, el personaje encarnado por Ricardo Darín. Una de ellas fue para Darín, otra para el director, Bruno Stagnaro, y otra para Martín Mórtola Oesterheld, productor de la versión audiovisual de la obra consagratoria de su abuelo Héctor Germán. La cuarta réplica la tiene... Ramiro San Honorio.

"Fue un gesto muy lindo de Burattini, que es un profesional de lujo", dice con una sonrisa desbordante San Honorio. El regalo le llegó porque es el mayor coleccionista de El Eternauta (tiene ejemplares de Hora Cero, la revista donde se publicó por entregas la historia, y también ediciones compiladas en portugués, inglés, chino y ruso, entre otras reliquias), pero también porque estuvo cercano al rodaje. En una de las escenas con mayor despliegue de extras, cuenta quien también es guionista y realizador audiovisual con larga experiencia, le tocó repartir fusiles y ametralladoras.

Para un fanático como él, haber visto de cerca la enorme maquinaria audiovisual que se puso en marcha desde hace varios años para concretar esta adaptación de la historieta (a esta altura, una suceso internacional que llegó a más de 10 millones de espectadores de unos 200 países), es un sueño hecho realidad.

Uno de los fusiles FAL usados por Darín que recibió de regalo San Honorio.

Uno de los fusiles FAL usados por Darín que recibió de regalo San Honorio.

–Daría la sensación de que la serie abre la cancha para la Argentina en un doble sentido. Primero, a la industria audiovisual, mostrando todo lo que es capaz de hacer, y después, al mundo de la historieta nacional.

–Sí, ojalá. En realidad es más un anhelo que otra cosa, porque es real que la industria de la historieta está muy golpeada, pero desde hace décadas. Desde la parte audiovisual, no cabe duda, porque es una ventana, creo que es la más grande de los últimos tiempos. Más allá de las grandes películas que hemos tenido en la Argentina y que han llegado a grandes festivales, tanto europeos como norteamericanos, que son películas reconocidas.Pero en el aspecto audiovisual de serie, creo que es un antes y un después. Se trata realmente de un antes y un después porque se hizo esta cuestión viral, masiva y a nivel internacional, es decir, a nivel global. Yo creo que ahí sí te lo puedo afirmar; en la historieta es más un anhelo, porque todavía no están dadas las condiciones de la industria en sí. Hay mucha editorial que no está más, que no existe más, los dibujantes están muy golpeados, el costo, lo que se paga y lo que cuesta hacer una historieta en Argentina es muy difícil. Por eso digo, es un anhelo, ojalá esto recontra empuje a que la industria que está renazca y vuelva a haber dibujantes y guionistas de historieta interesados en seguir haciendo. Incluso este género, la ciencia ficción. El terror y la ciencia ficción, en Argentina, históricamente siempre fueron géneros abordados y hacía mucho tiempo que no se estaban abordando. Como que el cine y las series de género eran un poquito de comedia y después todo lo que tiene que ver con el drama realista o cotidiano. Y ahora se está empezando, no es poca cosa esto. Desde el abismo, película que es casi un homenaje al mundo del EternautaCuando acecha a la maldad, ahora El Eternauta... tanto series como películas que están viendo la necesidad de que al género en Argentina se lo vea de otra manera.

Parte de la colección personal de San Honorio.

Parte de la colección personal de San Honorio.

–La opinión compartida entre la gente conocedora de la historieta es que había estado esperando toda su vida este momento, que hubiera una versión audiovisual.

–Desde que yo estudiaba cine, hacer El Eternauta era como la meta a alcanzar. Lo hablabas con los compañeros y querían hacerlo en una película o en una serie. Todo el mundo hablaba de eso, yo tenía profesores que querían hacer El Eternauta, colegas. Sin ir más lejos, Jorge Nisco; lo ha expresado el propio Damián Szifrón; Adolfo Aristarain había tenido su primer proyecto de Eternauta, Lucrecia Martel... Directamente, Lucrecia Martel había encarado un proyecto para llevarlo a cine, y así un montón. Bueno, el propio Juan José Campanella también había manifestado sus ganas. Todos esos directores y directoras que han querido hacer El Eternauta. Estaba casi en la cuestión cultural: está tan linda y tan buena la historieta que uno quiere que eso cobre vida, que cobre movimiento, que no sean tan estáticas las viñetas. A mí, particularmente, me encanta la viñeta, pero es verdad que el audiovisual siempre empuja estas cosas. Había una ansiedad y además había esta cuestión de tantos anuncios que tuvo El Eternauta y tantas ideas y proyectos truncos. Yo recuerdo que Netflix hizo toda una presentación espectacular, incluso una charla en el auditorio de la UBA, y después hicieron una presentación formal del Eternauta que estuvo increíble. A los meses, pandemia. Era como "¡dale, ya estamos!", la maldición del Eternauta. Cada vez que se iba a hacer, había algo. Creo que ahí Bruno Stagnaro estuvo muy bien, en el video del detrás de escena dice, justamente, que en la pandemia no pararon o dijeron "bueno, la ciudad vacía es lo que necesitamos" y se han ido a filmar y a registrar y a armar todo lo que tenía que ver con una ciudad vacía, que estaba buenísima. Fue muy inteligente desde la producción. Pero sí, claramente queríamos ver El Eternauta.

Una de las escenas filmadas en escenarios reales

Una de las escenas filmadas en escenarios reales "nevados".

–Mencionaste un montón de directores de primera línea, como Aristarain, Lucrecia Martel, Campanella; y el proyecto le llega a Bruno Stagnaro, que tiene antecedentes de producciones más ligadas al realismo. En la serie hay momentos de cine bélico, momentos de terror, momentos de costumbrismo argentino, un abanico de situaciones y se ve algo sólido. ¿Qué opinás sobre el producto final?

–Mirá, a mí me pasa algo muy particular, porque cuando se dio a conocer que era Bruno, yo me puse recontento. Y ésta fue una discusión entre colegas también, no por celos, sino que había una cuestión de criterios profesionales sobre la mesa. Hoy es más fácil ver, tomar distancia y sacar una conclusión sobre la elección de este director. La primera idea que yo tenía era que cuando yo empecé a leer El Eternauta, que es lo que me atrapó, era que había un hombre común, jugando al truco. Uno que tenía un galpón lleno de cosas, de mecánicas, estaban en Vicente López, Saavedra; yo encima soy de Saavedra. Estaba todo muy cercano y le ocurría a gente común. Eso es realismo, es drama cotidiano. Y después, si te lo ponés a pensar, si bien hay mucha acción y mucha ciencia ficción y monstruos y criaturas y todo lo que ya sabemos que tiene, siempre lo argumental y los personajes están súper recontra anclados en algo realista. Ese realismo está también en la historieta. Todo el tiempo Juan Salvo está preocupado por su hija y su mujer. Los personajes son de carne y hueso, tienen miedo, se ayudan entre ellos. Es un grupo de personas comunes, ese grupo colectivo, ese héroe colectivo, digamos, inmersos en algo fantástico. En primera línea, yo sigo viendo que es un relato humano, una épica humana. Ahí necesitás un narrador que haya hecho épica humana y a Bruno Stagnaro en eso le sobra el currículum.

En el centro, San Honorio junto a Burattini, uno de los responsables de las armas utilizadas.

En el centro, San Honorio junto a Burattini, uno de los responsables de las armas utilizadas.

–¿Qué te cambió de la idea original que tenías sobre Stagnaro al ver la serie?

–La reflexión que me dio la distancia es que el tamaño de producción de ciencia ficción que se dio con El Eternauta no se había dado nunca. Nunca. Entonces, ya ahí tenemos que no había un director en Argentina que, haciendo una analogía con Hollywood, esta película no es para Wes Anderson, sino para Steven Spielberg, que la hace de taquito. Si toda su filmografía se destaca por la aventura, por la ciencia ficción, es alguien que va a tener, más allá del presupuesto y de los efectos, porque estamos hablando desde lo narrativo, desde el lenguaje, una mirada mucho más aceitada. Era muy difícil tener un director de ciencia ficción. Cuando pasó lo de Lucrecia Martel, fue como más profundo, porque era una directora de un cine más autoral acercándose a un cine más comercial. Ahí estaba más complicada la cosa, pero eso no dice nada, porque Lucrecia es fanática de películas de Roger Corman, ella misma lo ha manifestado: le gustan los monstruos y todo ese cine; después, su cine no representa eso. De hecho, por esas manifestaciones de querer hacer cosas distintas a la del cine autoral, la llamaron de Marvel. Lo que pasa es que después se enojó con Marvel también, porque no la dejaban dirigir, justamente, las escenas de efectos visuales. Dijeron "mirá, en Hollywood esta parte la vas a hacer muy bien, pero nosotros tenemos gente destinada que te va a ayudar" y ella lo vio como diciendo "si no confían en mí, ¡me voy!".

–Para un país sin esa tradición de la ciencia ficción era un proyecto complejo.

–Ahí tenemos que pensar que ningún director en Argentina... yo digo al revés: para mí, todos los directores de Argentina pueden haber hecho ciencia ficción, lo que digo es que no había ninguno con experiencia. Cualquiera podría dirigir, avanzar y transitar el género de ciencia ficción, pero obviamente con los recaudos de una industria argentina que no ha tenido producciones tan enormes, con tanta dificultad y con tanto género. Entonces, para mí Bruno tenía, por lo menos, la cuota de lo realista, que con eso resolvía gran parte del desarrollo del Eternauta. Y que creo que es lo que hoy la gente habla. Más allá de los cascarudos, la gente habla de los personajes, los memes son de los personajes, los diálogos. Hay un mix ahí entre lo realista y la ciencia ficción que es parte del alma de la historieta. La historieta también tiene eso y me parece que eso es lo acertado de la serie. Después, te puede gustar más o menos la adaptación, pero yo creo que ahí está la clave. Por eso, para mí, Bruno era el director. Podría haber más Brunos también que podrían haber hecho esto, pero no hay un director que se adjudique la chapa de decir "yo puedo hacer ciencia ficción en Argentina". Eso no lo hay.

Los

Los "cascarudos" esparcidos por las calles porteñas durante el rodaje.

–¿Qué te pasa a vos, como tipo de la industria, cuando ves todo el laburo argentino que hay atrás de eso: desde los efectos visuales, el arte, los guionistas, las actuaciones? Haciendo una analogía futbolera, a Stagnaro le dieron el Barcelona y él le hizo ganar la Champions League, pero además hizo jugar en las grandes ligas a un montón de pibes de las inferiores.

–Yo soy un bicho audiovisual, claramente. Desde el audiovisual, ya hace décadas que se viene viendo una profesionalización. Es más, desde lo académico también: las escuelas de cine, las universidades con las carreras audiovisuales están en un nivel muy alto, desde lo que hacen los alumnos, de cómo se gesta, cómo se trabaja, y eso da su fruto. Y después, cada vez más, a nivel técnico es un nivel superlativo. Por eso cuando vienen extranjeros a filmar se sorprenden. No es una novedad, todo lo contrario, es anécdota; incluso en entrevistas de directores o actores que han venido a Argentina y dicen que acá el audiovisual es muy potente. A mí no me sorprende el nivel porque uno lo vive y sabe. Simplifico con una frase: "Si Fulanito hubiese nacido en Francia o si Juancito hubiese nacido en Estados Unidos, no quepa duda que está al lado de Spielberg o al lado de Kubrick o es el próximo Kubrick". Y no es una cuestión de decir lo de afuera es mejor: es una cuestión de decir que tenés una industria con mucha más economía, muchas más herramientas, muchas más posibilidades. Pareciese que acá eso es una limitación y la verdad que no, justamente, se llega a un mismo nivel o a un nivel superior con la mitad de la plata y con la creatividad bien argentina de "lo atamos con alambre y lo hacemos". Eso hace también que nuestro cine se valore. Después, como siempre, hay gente que opina sin saber, sin entender cómo se maneja la industria y qué nivel hay en la industria audiovisual.

El Eternauta se está viendo en simultáneo en 190 países. Es una escala global increíble para una producción cultural argentina.

–La pantalla ahora es gigantesca, la ventana hoy es grande porque es Netflix y es todo el mundo. Gracias a esa ventana hoy el mundo está diciendo "¡mirá que bien que trabajan los técnicos y los artistas y los autores argentinos!". Bueno, bienvenido sea, pero realmente no nos debería sorprender: todo lo contrario, deberíamos tener más ventanas y conquistar esos mercados que miramos. Nos llegan más producciones de afuera que las que sacamos hacia afuera nosotros. Hay que empezar a contar historias para el mundo, que era un poco lo que hacía Oesterheld también, contar algo más internacionalista, más universal en cierto punto.

En la revista

En la revista "Hora Cero" (parte de la colección de San Honorio) se publicó la historieta por entregas entre 1957 y 1959.

–Y con un montón de guiños a la argentinidad, desde la cuestión de Malvinas hasta la partida de truco.

–Totalmente. El truco, las líneas de colectivos coloridas, los trenes, los barrios de casas bajas, como Vicente López. La arquitectura argentina es una primera identidad. Las protestas y los cacerolazos en la calle, que es lo primero que vemos ahí. La música argentina, desde la Misa criolla con la Negra Sosa hasta Soda Stéreo. Un montón de cuestiones muy argentinas que hoy por hoy el mundo también ve en esas particularidades algo interesante y creativo. No es lo que abunda. Ya no está el norteamericano con los militares, siempre que hay un extraterrestre aparecen los Marines, que está bueno, sí, pero ya se agotó, ya lo vimos veinte mil veces. Ahora aparece un tipo común que un día antes tuvo que desviarse por los cacerolazos, que se junta con un amigo a jugar al truco. ¿Qué están haciendo estos tipos? Toman mate, es todo muy raro para el espectador internacional. Hay que imaginarse que hoy, por ejemplo, los japoneses están haciendo cursos de truco. Somos tan raros como los cascarudos. Es como que, para el mundo, el argentino es tan raro como lo que le está pasando. Yo veía las reseñas norteamericanas y las reseñas orientales; son riquísimas, porque plantean "estos argentinos ya son raros y a esa rareza argentina le viene una invasión extraterrestre que encima es rara también". La invasión es con criaturas rarísimas, por etapas. Es un combo explosivo, como "dale, ¿qué más querés?". Buscaban creatividad, buscaban un refresh en el género y claramente lo encontraron.

–"El Sur es el nuevo Norte" es una de las frases que aparecen. 

–Sí, muchas frases que también, viniendo a veces de superproducciones que son cuidadas con el discurso filosófico o político, porque se cuidan sobremanera, sorprende. Malvinas, cuestiones políticas también, muchas líneas. "Lo viejo funciona" y "si les quieren comprar dólares los van a engañar", una cosa que dice un personaje hacia al final. Nombra los dólares y un montón de cosas y frases de la argentinidad que, te voy a ser sincero, eso sí me sorprendió. Yo pensé que iba a estar más universal, porque Netflix es la plataforma que está invirtiendo y que puede decirte hacia qué lugar ir. Yo pensé que iba a estar como más lavado, con una impronta de la plataforma, porque no está hecho por una productora cien por ciento argentina. Pero más allá de estar el sello de Netflix, son muy interesantes estas cuestiones que han dejado en el guión y en la realización, que manifiestan una fuerte identidad con la serie. Eso hay que festejarlo, yo no me lo esperaba.

Una de las jornadas del rodaje, proceso que demandó cerca de nueve meses.

Una de las jornadas del rodaje, proceso que demandó cerca de nueve meses.

–La serie también viene a poner en el centro de la escena a la industria audiovisual argentina, muy golpeada en el contexto político actual donde no hay inversión ni estímulo a nuevos proyectos desde el INCAA. ¿Qué mirada tenés sobre eso?

–Nosotros estamos hablando acá de una obra maestra, multipremiada internacionalmente desde la historieta, donde hay una megaproducción. Necesitabas una megaproducción, no es que nos juntamos un grupo de amigos y filmamos El Eternauta. Es real que se necesitaba no un privado, sino varios privados y también permisos públicos. No es que se hizo sin ayuda, sin colaboración. Hubo colaboración, claramente de la Ciudad de Buenos Aires, de algunas cuestiones municipales y demás. Bueno, eso es colaboración del Estado también, si no no se tendría que hacer nada, se filma todo en un estudio. En cuanto a la discusión sobre si invierte el Estado o el privado, para mí los que saben de financiación, de producción audiovisual no tienen que salir al choque: hay que explicarlo y entenderlo, porque el que no sabe se pierde más todavía en sus ideas. Y después, en relación al Instituto de Cine... el Instituto estaría para las otras películas, para las películas que no requieran una descomunal inversión. También, con una mano en el corazón, me hubiese gustado que el Instituto hubiese podido financiar un proyecto de esta magnitud. No sé si lo hubiese podido hacer por un tema de costo, no lo sé la verdad. Estuvimos muchísimas décadas con este proyecto, El Eternauta no es una obra que salió ayer. También hay que hacer un mea culpa en ciertas cosas, de gestiones o de posibilidades que no se tuvieron en cuenta porque después, claro, viene el día afuera y lo hace. Más allá que la economía en la Argentina nunca rinde, sabemos que podíamos y que podemos apoyar a ciertas películas de género de otra manera. El Instituto está para eso, para quienes no tienen los recursos necesarios o para las productoras más chicas que quieren contar una buena historia, para ayudarlos. Creo que se está errando el camino ahí.

Por otra parte, sin el INCAA Bruno Stagnaro no podría haber hecho Pizza, birra y faso, es decir, dar sus primeros pasos en la industria para desarrollar su carrera como director.

–Es una discusión sin sentido. O sea, no podrían haber estado tampoco las regulaciones de lo laboral, porque el Instituto es una entidad que regula, que supervisa a los técnicos y todo lo que pasa por ahí. No es un privado, ni un contrato independiente de lo que pase en la industria en sí. Hay un montón de temas para profundizar que tienen que ver con la producción, que me parece oportuno que quienes saben, porque la verdad que uno lo habla porque entiende un poquito por hacer películas y ser guionista, pero estaría bueno que los que saben más y que la tienen clara expliquen mejor esto. Porque siempre se están diciendo cosas que están mal, que no están buenas, pero es como decís vos: sin el Instituto, ni los actores, ni los guionistas, ni el director podrían haber desarrollado esto. Y convengamos que Netflix sí tuvo reuniones con el Instituto en su momento, no es que Netflix vino, clavó la bandera y dijo "no hablo con nadie". Al contrario, tuvieron varias reuniones, no específicamente por El Eternauta, pero sí hay noticias de que Netflix desembarcó en el país y quería hablar cuestiones que tienen que ver con estrategias, con convenios. El Instituto de cine está para eso, para regular. Por ahí la gente esto no lo entiende, creen que el Instituto es ajeno a todo, como si El Eternauta se hubiese rodado en Estados Unidos a puertas cerradas. 

Una de las jornadas de rodaje de la primera temporada en la que participó San Honorio.

Una de las jornadas de rodaje de la primera temporada en la que participó San Honorio.

–¿Qué pudiste rescatar de la figura de Héctor Germán Oesterheld en tus años como coleccionista de El Eternauta?

–Yo conocí a una gran productora audiovisual, Eva Piwowarski, que era íntima amiga de él. La conocí en un evento de telenovelas, nada que ver, y quien me la presenta me dice "a vos te va a gustar Eva porque conocía muy bien a Oesterheld". Y estuvimos hablando toda una noche, en una cena, sobre él. Era geólogo, fanático de la electrónica, una especie de Favalli. Hay que también reivindicar esta cuestión humana de él, que después ya sabemos lo que pasó con cuestiones ideológicas y partidarias. Eso no quiere decir que una persona tenga que ser brutalmente asesinada o lo que le han hecho a las hijas y a los yernos desde el Estado, porque nada justifica eso. Hoy de vuelta va a haber una grieta, El Eternauta vuelve a abrir una grieta en vez de cerrarla, pero lo importante es que la gran mayoría está de un lado de la grieta. La mayoría parece haberse posicionado en un lugar y eso está bueno también.

–Está la grieta entre el peligro de los Ellos y quienes actúan como héroes colectivos.

–Y sí, el héroe... frente a un mundo, no hablo solamente de Argentina, que te está diciendo "salvate solo", desde lo individual, que aparezca una serie que es mundial y esté primera absoluta en más de 30 países, con ese eslogan y con ese mensaje, da que hablar. El Eternauta puede llegar a hacer historia, es interesante lo que ha hecho. Yo creo que al autor le hubiese gustado la frase promocional de Netflix: "Nadie se salva solo". Yo no sé si le hubiese gustado Netflix, pero que le hubiese gustado ese "Nadie se salva solo", eso yo creo que sí, que estaría muy contento.