Pablo Solarz es un argentino judío que integra la Flotilla Global Sumud que lleva ayuda humanitaria a la población palestina. Desde Túnez, y con la noticia de que su velero no seguirá viaje, habla del genocidio israelí, la confusión que instalaron entre antisemitismo y antisionismo y la importancia de tomar partido.
Pablo Solarz es uno de los argentinos que navega en la Flotilla Global Sumud, una misión humanitaria que pretende atravesar el Mar Mediterráneo para llevar agua, alimentos y medicamentos a la Franja de Gaza. El detalle es que Pablo es judío y, además, autor de algunas películas argentinas emblemáticas del judaísmo, como Mazel Tov (2025) y El último traje (2017). Su amigo, el capitán de barco Jorge González, lo invitó a ser parte de la flotilla y en menos de 24 horas Pablo viajó a Barcelona para embarcarse en el velero Isobella. Son unas 50 embarcaciones con más de 300 participantes voluntarios de 44 países, entre ellos la activista Greta Thunberg, la actriz Susan Sarandon y la ex alcaldesa de Barcelona Ada Colau.
Desde Túnez, y antes de que los barcos más grandes sigan su travesía hacia Gaza (algo que deja en el camino al Isobella y al propio Pablo), una llamada de WhatsApp a miles de kilómetros de distancia transporta miedos, emociones y reflexiones políticas. Mientras tanto, el Estado de Israel ejecuta un genocidio en tiempo real con la población palestina que ni la voluntad diplomática ni la solidaridad internacional han podido frenar. Una ofensiva que también incluyó ataques con drones a la propia flotilla.
–¿Cómo llevaron los días en Túnez en medio de los ataques con drones?
–Sí, los ataques amedrentan, dan miedo. De hecho están hechos para eso, para frenarnos. Pero bueno, no nos frenaron los ataques. Hubo dos, y los dos en dos noches consecutivas mientras navegábamos desde Menorca hasta Túnez. En ambos casos seguimos adelante. Dijimos “nos están queriendo meter miedo, tenemos que seguir”. Y seguimos. Igualmente, es una nota un poco rara, porque tengo una noticia triste. Te tengo que contar que hubo una reunión de capitanes y comunicaron que ya no hay ningún puerto de recalada, no hay un país amigo que nos reciba; con lo cual, habría que navegar las mil millas que nos separan de Gaza sin escalas. Eso para los veleros, sobre todo para los medianos y chicos, entre los que nos encontramos, es un poco imposible. Estamos esperando instrucciones para ver a qué puerto quieren que llevemos el Isobella. La ilusión de llegar se perdió, sentimos que hicimos una gran parte y que hicimos un montón. El resto de los chicos consiguieron lugar en otros barcos, en los barcos grandes, que son los que realmente van a llegar, que son pocos barcos. Yo me quedo con el capitán, como con marinero; se nos va a asignar un puerto donde dejar el Isobella.
–No van a llegar a Gaza.
–No. Nunca fue muy creíble que íbamos a llegar, pero uno tenía la utópica zanahoria que te sirve para avanzar. Esto no se va a poder, nunca los israelíes nos van a dejar llegar a Gaza y entregar esas cajas de ayuda humanitaria. Pero estábamos yendo. La cuestión es que toda esta mística de que estamos yendo a Gaza se acabó hace 15 minutos. Y encima Greta (Thunberg), que es tan chiquitita pero tan inmensa... cuando te encontrás con una personalidad que te das cuenta cuando la tenés cerca que es enorme y tan chiquita. Yo le llevo tres cabezas. A Greta le sobró margen para venir acá a abrazar y a contener a los veleros que no van a poder. Porque también dependíamos mucho de que haya un puerto de recalada. Y no hay país amigo que nos reciba de acá a Gaza. O sea, del lado sur de la ruta, de la parte africana, lo que queda es Libia y Egipto, y ninguno de los dos va a recibir a la flotilla. Y del lado norte de la ruta, del lado europeo, es Italia y Grecia, y tampoco ninguno de los dos quiere saber nada con que entremos ahí. Si entramos, lo más probable es que no nos dejen salir, hay presiones para que nos hagan la vida imposible. Entonces, no hay dónde abrigarse si viene un viento contrario o una tormenta. Eso para el barco donde va Greta, el Family, o para el Alma o el Adara o barcos de 150 toneladas, es una cosa; están capacitados para ir contra cualquier condición, pueden navegar viento en contra de las olas, pero los veleros no pueden.
–Tu decisión personal es no reubicarte en otro barco. ¿Te entristece esta posibilidad o sentís que de todas maneras estar ahí y ser parte de esta misión histórica ya de por sí vale la pena?
–Las dos cosas. Siento que hice bastante, quizás más que nunca en mi vida por una causa colectiva. Y también siento que no hice nada. Siento pena por saber que no voy a llegar. Y también siento alivio porque tenía miedo y ahora no tengo más. Miedo al maltrato, a la prisión, al proceso de deportación que me esperaba, como era una gran posibilidad; y también otros tipos de miedo, porque ya sabemos con quién nos estamos metiendo y que son capaces de cualquier cosa. Puede pasar que digan “vamos a hundir un barco de esa flotilla y que se dejen de joder y se vuelvan todos a su casa”. Podía pasar, era una posibilidad.
–¿Previo a partir de Barcelona tuvieron alguna charla organizativa previendo estos escenarios?
–Sí, nos prepararon más que nada para un escenario de intercepción, detención y deportación. Nos asignaron abogados, nos mostraron las caras de los que van a ser nuestros abogados, a ellos las nuestras, los pusieron en contacto con dos personas elegidas por nosotros; en mi caso, fue mi hermana y mi abogado. Nos hicieron unos simulacros, nos prepararon más que nada para ser detenidos, llevados a prisión y deportados. Pero también nos dijeron otras cosas que podían pasar, porque ya pasaron. En 2010 hubo una tragedia. Ahora, por otro lado, a Greta la acusaron de terrorista, tan chiquita y tan inmensa que es, y ahora vuelve. Hace dos meses la detuvieron, la llevaron a la prisión, la deportaron. Ahora le dijeron “mirá que si vas, te vamos a tratar como a una terrorista”. Y ahí está, inmutable. Vuelve, vuelve a casa. Hay gente acá que no tiene ningún problema en dar la vida, o sea, que quiere llegar a casa, que quiere abrazar a sus amigos, que ya vivió en casa, que tiene afectos, que perdió gente, obviamente. Todos perdieron gente porque hay un genocidio.

–¿En qué momento decidiste embarcarte en esto? En el amplio sentido de embarcarse.
–Yo soy navegante. O sea, hago cine, soy judío y soy navegante. En el momento que el capitán que más admiro de mi país me invitó, teníamos otro proyecto juntos y me dijo “vamos a tener que poner todo entre paréntesis porque apliqué como capitán para la flotilla y me aceptaron”. Me dijo que sería hermoso que yo aplicara: “hay muchos motivos para que te acepten, por las cosas que hacés, por las cosas que sos”. Y entonces le dije “si me aceptan, voy”, y al otro día me avisó que me habían aceptado. “Tenés que venir hoy”. Estaba en Buenos Aires, eran las cinco o seis de la mañana de Argentina y a las once de la noche yo estaba sentado en el avión rumbo a Barcelona. El sábado me dieron las clases, un poco el domingo, y después durante el viaje el coordinador que había en mi barco me siguió explicando algunas cosas, me dieron para leer un manual y me fueron preparando. Mientras tanto, yo filmaba, saqué un video por día. Victoria Romero, que además es mi novia, me los editaba y conseguía voces, como Liliana Herrero, Érica Rivas, otra gente, amigos. Yo doy un taller de cine en la Villa 21. Los chicos de la villa leyeron poemas palestinos escritos por niños. Eso está buenísimo, ese puente entre la 21, Zavaleta y Gaza, porque es como que los chicos de la villa ayudan a chicos que están más jodidos que ellos.
–A bordo del Isobella filmaste, escribiste poemas. No perdiste la voz poética con todo lo que te debe mover internamente ser judío y tener conciencia del genocidio israelí. ¿Cómo te llevaste esos días con tu voz creadora?
–No la siento como voz creadora, la siento como voz urgente, como voz espontánea, no centrada en sí misma, en si es lindo o no, si me gusta o no lo que hago; sino si me llega, si les va a llegar a otros, si sirve, si aporta algo. También con bastante vergüenza por un momento, porque las primeras cosas que sacaba eran sobre nosotros. Después alguien me dijo “ojo, no se vayan a relatar a ustedes mismos como héroes”. Y ahí la vergüenza, ¿viste? Me la estaba creyendo. Tanto que en el puerto de Barcelona había no sé cuántos miles de personas besándome, abrazándome, diciéndome “gracias por ir a Gaza”; que mi hijo de 13 años, que ya me está empezando a mirar como un boludo, que se está dando cuenta que no soy el ídolo que creía que era, no lo podía creer y me volvió a mirar como cuando era chiquitito y me dijo “gracias, papi, por ir a Gaza”. Te la podés creer y, en realidad, somos unos privilegiados. Somos gente privilegiada que goza de sus privilegios y que se puede comprar un pasaje de avión el mismo día porque un capitán que admiro me invitó y entonces me voy a Barcelona a navegar, que es lo que más me gusta en la vida, y a filmar, que es lo que más me gusta en la vida. Las heroínas, los héroes son quienes sobreviven y resisten en Gaza. Al mismo tiempo, siento que esto es un volver a lo colectivo. Si bien doy un taller en la villa y otros talleres gratuitos los veranos, con el tema Gaza ya sentía una incomodidad y una culpa muy grande. Me daba culpa y vergüenza ir a terapia a hablar de mis problemas de judío progre de clase media de Buenos Aires. Están pasando las cosas que están pasando y yo estoy mirando para otro lado... y justo ese otro lado soy yo mismo. Entonces, esta especie de invitación tácita que me hizo el capitán González, “¿querés venir a Gaza?”, me puso en un lugar donde de repente me di cuenta que estaba dejando un periodo de mi vida a disposición de otros. Y es muy lindo, la felicidad es ésta, la felicidad es lo colectivo; en lo individual hay cosas, pero no felicidad, no alegría verdadera.
–¿En qué momento hiciste el clic como judío? Tenés el antecedente de no haber viajado a Israel a recibir el premio en el Festival de Cine de Jerusalén por El último traje.
–Porque no me gustaba la idea de ir a Israel. Se dijo que yo no fui porque no reconozco el Estado de Israel. Yo no me di cuenta que no reconozco el Estado de Israel hace 10 años, cuando no fui. Lo que sí sé es que no quise ir, porque había ganado Netanyahu, el pueblo había votado a Netanyahu y yo no quise ir a Israel a caminar por ninguna alfombra roja ni a recibir ningún reconocimiento. Sí quise la plata que te dan por el premio y la acepté, pero no quise viajar a Israel. Hace muchos años que no quiero viajar a Israel, pero conozco Israel. Me llevaron mis abuelos de regalo de Bar Mitzvah. Yo vengo del sionismo, yo me emocioné con sus canciones, aprendí sus bailes, conozco el sentimiento y la mentira sionista. Eso de que tenemos que atacar como forma de defensa, lo conozco. Por supuesto que vas a tener que estar siempre armado si habitás lo robado. Si yo voy y te robo tu casa y te digo “andate de esta casa porque hace 5.000 años era mía y ahora yo acabo de sufrir un montón y como sufrí mucho el mundo me va a apoyar, y como el mundo me apoya te la tenés que bancar, tenés que irte de tu casa porque ahora me la voy a quedar yo”... Y vos, tus hijos, tus primos, todos tienen que dejar sus casas, 750.000 personas. Y bueno, siempre van a estar queriendo recuperarla y yo voy a tener que estar teniendo que defenderme cuando vengan violentamente, como vine yo. Y sí, entonces yo te acuso de terrorista porque viniste con violencia. Pero estoy generando un relato que me deja indemne, que no tiene en cuenta que yo te saqué de los pelos con una excusa bíblica.

–Esta posición tuya me imagino que es incómoda, porque es absolutamente minoritaria, por lo menos en la comunidad judía en Argentina.
–No, no es minoritaria. Yo no creo que la mayoría de los judíos del mundo se identifiquen con el Estado de Israel. Es más, yo creo que el Estado de Israel es antisemita prácticamente. ¿Generaron esa confusión? ¿Lograron hacer creer a la gente que ser antisionista es ser antisemita? O sea, ¿lograron confundirnos hasta el punto de creer que sionista y judío fueran lo mismo? No, nada que ver. O sea, no creo que la mayoría de los judíos sientan a Israel como su tierra. No creo que haya tantos judíos en el mundo que sientan esa idea del sionismo, la idea madre que es “ahora no va a volver a pasar lo mismo y siempre vamos a estar tranquilos porque vivas o no vivas en Israel, ese lugar existe, hay un país de los judíos y eso te va a dar tranquilidad”. No, a mí lo que me da es todo lo contrario, me saca mi tranquilidad. Me hace tener miedo que exista ese Estado y que actúe en mi nombre. Porque mañana no van a venir a preguntar si yo creía o no creía en ese Estado. Ahora, en nombre del pueblo judío están cometiendo un genocidio, exterminando a otro pueblo, queriendo echarlo de su tierra... ya ni siquiera de su tierra: del gueto que les asignaron. Esto es nuevo en mí. Esto tiene que ver con esta convocatoria tácita que me hizo el capitán González. Porque como no tengo redes, nunca tuve Facebook ni Instagram ni nada, nunca me había expresado en público. Y la verdad es que más allá de la tristeza y del alivio, porque es una mezcla muy rara; estoy triste y estoy aliviado, porque les tenía mucho miedo a los soldados israelíes. Empieza una nueva etapa en mi vida política, porque me estoy expresando en público. Y creo que estas cosas hay que expresarlas públicamente.
–Yo pensaba, justamente, que sos el guionisa de las películas más judías que se han hecho en la Argentina, como Mazel Tov (2025) o El último traje (2017).
–Soy uno de los judíos más judíos.
–Pero más allá de que vos decís que no es minoritaria la posición de cuestionar al Estado de Israel, abrazar la causa palestina implica otro nivel de compromiso. ¿Eso te ha generado conflictos, enemistades antes de embarcarte?
–Mirá, por ahora hay un solo amigo que no me está contestando. Aprendí hace bastante tiempo en una terapia que me salvó la vida o que me ayudó mucho a vivir mejor, que está bien definirte y que cuando te definís vas a tener pérdidas, vas a perder cosas cuando tomes decisiones. En la neurosis vas a ser amigo de todo el mundo, en la duda, en la no definición, pero vos cuando nítidamente agarrás para un lado, va a haber gente a la que le va a gustar y otra a la que no le va a gustar. Y eso está buenísimo, dejar de tratar de caerle bien a todo el mundo y quedarte y tener cerca a los que realmente gustan de vos. Estoy experimentando un poco ese alivio de no tener que estar haciendo tanto esfuerzo, y si no te gusto vos tampoco me gustás. A mí no me gustan los que no gustan de mí.
–Contame alguna historia chiquita de la gente que conociste en la flotilla.
–Conocí a Eva, le hice una entrevista. Una inglesa hija de polacos que estuvo en todas las flotillas, inclusive en la trágica donde se hundieron dos barcos y murieron no sé cuántas personas. Y cada vez que haya una posibilidad de entrar en Gaza lo va a intentar, y si se tiene que morir en el intento no le importa un carajo, quiere llegar y abrazar a la gente que ama en Gaza porque vivió, porque conoce, porque tiene vínculos. Conocí a Nico, un argentino que vive en Río y que es profesor de vela y militante de izquierda. Aprendí un montón navegando con un pibe de treinta y pico de años que toca hermoso la guitarra y estaba recontra triste y ahora está contento porque encontró lugar en uno de los barcos grandes. Va a llegar, es uno de los que tienen realmente chance de llegar a Gaza. A Gaza o adonde sea, porque si lo meten en cana y lo deportan va a hacer política con todo eso. Me produce mucha admiración la gente que entrega su vida a la militancia política. Yo siempre digo “mis militancias son mis pelis”, no tengo pertenencia partidaria. Me identifiqué mucho con la parte más progresista del peronismo en la época del 2003/2004, porque pasaron cosas buenas por primera vez desde que yo nací. El Juicio a las juntas estuvo bueno, pero no había una etapa de cosas buenas. Pero mis ideas son de izquierda y cuando veo militantes de izquierda que se comprometen y se la juegan y van al frente y van y van y hablan y escuchan... por ejemplo, este Nico tiene un gran don de líder, es un chico muy joven pero muy líder. Conocí bastante gente en estos días locos, ridículos, inconcebibles e inevitables que viví y que creo que van a seguir, porque si bien no proseguimos hacia allá con el Isobella, vamos a tener que llevarlo hasta un puerto que nos van a indicar y un poquito voy a seguir conectado con la gente y publicando cosas y armando videítos. Voy a seguir trabajando.

–Con relación a la cuestión de la política internacional, vos decís que un escenario posible es que los arresten y los deporten. ¿No sentís que ante la inacción de los gobiernos del mundo con el genocidio, que haya personas de 44 países en la flotilla fuerza de alguna manera a la diplomacia de esos países a que tomen medidas que condicionen un poco a Israel?
–Puede pasar, depende mucho de cosas que van cambiando hora a hora. Puede pasar que haya una parte de la expedición que logre hacer pasar esas cajas y que esas cajas lleguen a Gaza y que simbólicamente se abra un puente, un corredor humanitario. Yo le digo ayuda imaginaria, estamos llevando una ayuda imaginaria, porque para mí tiene mucho valor lo imaginario. Todo el mundo ya nos imaginó entregando esas cajas a los gazatíes, de alguna manera sucedió en un plano no tangible, digamos. Eso tiene una inmanencia, una tendencia a materializarse, cualquiera lo sabe: lo que te imaginás, te imaginás, te imaginás, empieza a ser posible que pase. Entonces, hay alguna posibilidad, pero me parece insignificante lo tangible, me parece mucho más potente lo intangible, lo que no se puede tocar. ¿Cuántas cajas de cuántos medicamentos y comida podemos meter? Muchas menos que las toneladas que hay paradas en la frontera con Egipto pero, sin embargo, simbólicamente tiene una potencia de la puta que los parió, y debe tener algo que ver con el crecimiento de las manifestaciones que hay en todos lados. En Europa, en América Latina hay un montón de gente que no se expresaba y en las últimas dos semanas se empezó a expresar, y también gobiernos y Estados.
–Hago una pregunta desde mi lugar de no judío a un judío. ¿Por qué crees vos que un pueblo que fue víctima y sobrevivió a uno de los peores genocidios del siglo XX, hoy es capaz de ejecutar un genocidio de esta magnitud en el siglo XXI?
–Porque se creen superiores, por una cuestión de supremacía. Son supremacistas, se creen superiores. Yo lo escuché muchas veces, lo acabo de leer en el libro Derecho de nacimiento de Camila Barón, una anécdota que cuenta que un soldado dijo “no maté personas, maté animales”. Eso yo lo conozco, lo escuché, tengo primos, tengo anécdotas de mis viajes a Israel donde escuché decir “sí, es cierto que nosotros les quebramos los brazos y las rodillas y las piernas, pero ellos nos tiran piedras”, y están hablando de niños. Yo lo conozco, yo sé que se creen superiores y además me lo dicen, tengo un abuelo de 102 años que me lo dice: es una cuestión de libremercadismo, no sé si la palabra existe, pero dice “nosotros les cambiamos 70 prisioneros de ellos por uno nuestro y un cuerpo”. Quiere decir que la vida nuestra vale 70 veces más que la de ellos. Hay un enorme grado de deshumanización.
–¿Cómo pensás que va a seguir tu carrera como cineaste después de esta experiencia?
–Yo, ¿cineasta? Cine hasta Milei, cine hasta Milei. ¿Cómo sigue mi carrera? No sé, no pienso mucho en términos de carrera. ¿Cuál es mi próxima película? Tengo dos guiones que no consigo terminar, financiar. Imagino que algo con esto va a pasar, me imagino un judío neurótico, cobarde, que se ve involucrado en una expedición a Gaza. Una especie de Woody Allen, que igual ahora es mala palabra, pero sirve para ilustrar, que lo cagan a trompadas en un simulacro y se quiere morir. Algo como, por ejemplo, lo que viví cuando me abrazó el pueblo. Yo lo sentí acá en Túnez, me abrazaban, la gente me besaba la remera, que es la remera de la flotilla, “gracias por ir a Gaza, cuando vuelvas pará en Túnez porque acá vas a pasar unos días maravillosos”... algo emocional, porque vos te metés en una cosa pero no sabés lo que te va a pasar cuando estés ahí. Yo no sabía que esto me iba a tocar tanto, que me iba a conmover tanto. No sé, igual, mientras hablo me avergüenzo, porque estoy hablando de mí cuando en Gaza está pasando lo que está pasando. ¿Qué carajo importa mi carrera como cineasta? Ojalá se termine la degradación, la deshumanización, la hambruna, el asesinato en la fila para conseguir un pedazo de comida. Mi carrera de cineasta, qué sé yo, veremos cómo sigue. Ojalá que no siga esta enfermedad mental que hay en Argentina, esta locura. Sin ningún detrimento ni denigración hacia las enfermedades mentales y las locuras, porque en realidad amo la locura, pero ojalá que esta gente mala, fea y llena de odio deje de tener poder político lo antes posible para poder retomar algún camino o ir hacia algún lugar mejor de lo que está yendo Argentina.
Caravana náutica en Tigre en apoyo al pueblo palestino mientras @GlobalSumudF navega rumbo a Gaza con ayuda humanitaria. “Desde todos los ríos hasta todos los mares, las islas abrazan a Palestina” la consigna. El Estado de Israel perpetúa el genocidio @FueraMekorotok @JXPalestina pic.twitter.com/AIGcouc56h
-- Revista Cítrica (@revistacitrica) September 13, 2025

“Lo único que sabe hacer Mekorot es robar el agua”
Maren Mantovani, del Comité Nacional Palestino BDS, analiza el despliegue de la empresa de aguas israelí en Argentina, donde la mitad de las provincias ya tienen comprometidos acuerdos firmados. El agua como botín de guerra, contratos millonarios confidenciales y territorios en disputa.

Palestina 1974
En aquel año Rodolfo Walsh realizó un viaje a Medio Oriente y publicó unas crónicas que a pesar del paso de los años no pierden actualidad.

Diez años rompiendo el silencio
Un grupo de ex soldados de Israel denuncia lo salvaje de la ocupación en Cisjordania