Chile y la dictadura de los economistas

por Revista Cítrica
Fotos: Juan Pablo Barrientos
24 de octubre de 2019

Fernando Guzzoni, cineasta chileno, reflexiona sobre el reciente estallido social de su país: las consecuencias del modelo pinochetista y la aceleración de un "capitalismo violento dominado por una elite económica y política de tecnócratas neoliberales que operan en todo el país como si fuesen una monarquía".

Por Fernando Guzzoni*

En el 2011, a miles de kilómetros de Chile, un vendedor ambulante, cansado del abuso social, se quemó a lo bonzo en Sidi Bouzid, la ciudad de Túnez. Ese último acto de protesta y dignidad dio origen a un estallido social que originó lo que hoy conocemos como la Primavera Árabe. En Santiago, hace algunos días, estudiantes secundarios decidieron saltar los torniquetes del metro y evadir el pago. Un gesto de rechazo y hastío por una nueva alza en el pasaje del metro más caro de Sudamérica.

En Medio Oriente o en un barrio de Santiago, lo que parecía un gesto aislado adquiere de pronto una dimensión profunda que desnuda un malestar enquistado por años. Entender lo que está pasando en Chile no es tan complejo, lo que sorprende y entusiasma es este movimiento. Este estallido genuino que no ha necesitado de intérpretes ni estructuras. Pero este entusiasmo choca con una lógica tecnocrática que es precisamente el núcleo del conflicto y que, desde el escepticismo, puede ser el causante de que esta lucha se diluya. Para entender esta sensación de intemperie, de embate desértico, de indefensión, hay que entender quiénes están detrás de todo esto y se niegan a ese cambio de paradigma.

Los tecnócratas neoliberales que eligió Pinochet para reformular la economía fueron formados por el mismísimo Milton Friedman y su escuela de Chicago.

Chile es el país con la aceleración capitalista más violenta en los últimos cuarenta años. Los tecnócratas neoliberales que eligió Pinochet para reformular la economía fueron formados por el mismísimo Milton Friedman y su escuela de Chicago. Ellos crearon El ladrillo, un documento que lejos de ser una entelequia era el mapa de ruta económico y un experimento con el que decidieron sentar las bases de un turbo capitalismo que, luego del regreso a la democracia, los gobiernos de centro izquierda y derecha administraron servilmente. Hoy, el grueso de esos tecnócratas lideran empresas, ministerios de haciendas y economía; amasaron fortunas o se convirtieron en presidentes, o ambas cosas, como el caso de Piñera. 

Estos días de lucha se traducen en la tensión y yuxtaposición de una hegemonía neoliberal totalizante que penetró el tejido social sin contrapesos. La dictadura de los economistas, de los especuladores financieros, de una élite económica y política que opera como monarquía, que toma decisiones cupulares, y que se relacionó por años desde la desidia y el desprecio con el pueblo. 

Estos días de lucha se traducen en la tensión y yuxtaposición de una hegemonía neoliberal totalizante que penetró el tejido social sin contrapesos. La dictadura de una élite económica y política que opera como monarquía.

La sensación que están dejando estos días es de un movimiento que aún no tiene un objetivo político concreto, en parte, porque ya está dicho, no se ha institucionalizado ni está bajo el alero de nadie. Lo que sí se observa con nitidez es una necesidad por un ajuste estructural, gatillado por una grieta social que alcanzó el paroxismo. La manera de combatirla está siendo precisamente desde la antípoda, desde el reverso que ofrece el sistema, es decir, cuestionando el triunfo espiritual del modelo, ese que apunta a atomizarnos desde la impronta de lo individual.

Lo que se ha visto en las calles, desde las organizaciones sociales, estudiantiles, sindicatos, organizaciones feministas, e incluso desde los focos de violencia, es una expresión transversal y profunda que exige refundar la relación con el establishment, con las reglas del juego, con un antiguo pacto social perverso y en desuso. La discusión y movilización de miles de personas está sentada en la idea de un mundo más horizontal, menos desigual, que no se arregla desde la política tradicional, y donde la voluntad colectiva exige el sacrificio del modelo para terminar, así, con esta cuerda tendida que prefigura abuso y barbarie.

*Director, guionista y productor de cine chileno.

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