Alta pilcha, ¡altas llantas!

por Nelson Santacruz
Fotos: Rodrigo Ruiz
26 de diciembre de 2023

Diciembre en el Once. Cada vez es más difícil comprar ropa nueva para estrenar en las fiestas. La inflación avanza. Lxs vendedores ambulantes venden menos y la policía presiona más. ¿Cuánto cuesta vestirse en tiempos de crisis? 

Ocho cuadras separan el Abasto Shopping, donde una remera barata podría costar 50 mil pesos, de los manteros de Once, donde hay ofertas desde cinco mil. La calidad es otra, claro, como la calidad de vida de Cristina Márquez que hace cinco años vende prendas y almohadas como ambulante en los alrededores de Plaza Miserere. Es un día insoportable de diciembre, húmedo-cálido, de esos que anuncian una tormenta feroz. Lejos del aire acondicionado de los puestos de cualquier shopping, ella arde a sol y sombras. 

Esta vez Cristina corre porque la Policía de la Ciudad detuvo a una de sus hijas y le incautó parte de las almohadas hechas a mano que confeccionaron para comer algo rico en las fiestas. ¿Su delito? Caminar con los productos en mano por la Avenida Pueyrredón. Hay puteadas, la gente mira, los curiosos filman, la Agencia Gubernamental de Control roba lo que le costó horas de trabajo a máquina, dinero del relleno, del empaquetado, de la tela, sudor. Pedirlos de vuelta no valdría la pena, la multa llega hasta los 10 mil pesos. Y por acá, de verdad, no hay plata.

Históricamente, diciembre en el Once es fatal. Desde Avenida Rivadavia hasta Corrientes, en todas las paralelas, siempre fue insoportable caminar por la compra venta de telas, prendas y calzado. Pero, en la Argentina urgente, algo cambia mes a mes, cada vez es menos la gente que compra, es inviable vestirse con pilcha nueva. Mientras, las vendedoras y los vendedores son perseguidos por el Estado. “Esto es común en Once, nos quitan todo”, dice nerviosa Cristina. “De octubre a noviembre me aumentaron 20% la tela y del mes pasado a este un 50%. No sé si voy a seguir trabajando de esto”, se sincera. Tiene que continuar vendiendo, no puede quedarse quieta porque es ambulante, sin permiso para un puesto fijo. Cristina debe seguir caminando porque tiene que comer: “Compré 50 metros de tela a seis mil pesos, mañana no sé cuánto saldrá. Lo que sí sé es que esas almohadas la Policía se las queda, las regalan a sus amigos o las venden”.

En los barrios populares no hay mejor Indec que el kilo de pan, la cantidad de milanesas de pollo que podés comprar o la pilcha nueva que se luce entre los pasillos de la festividad. Esta Navidad y Año Nuevo no pinta bien, y se nota. Lejos de la narrativa planera, que no haya facilidad de comprarse ropa en diciembre es de mal augurio. La cosecha de 2024 o no tiene frutos o sus frutos vendrán podridos. Lo gracioso es que siempre “es culpa del gobierno anterior”.

 

LA NECESIDAD Y LA URGENCIA 

Es verdad que el Índice de los Precios del Consumidor (IPC) mostró que la variación mensual respecto a octubre fue del 10% en prendas y calzados en todo el país. Las provincias del noreste son quienes mayores subas de precios sufrieron en este rubro. También es verdad que respecto a diciembre de 2022 hasta el mes pasado hubo un 130% de aumento para el consumidor de ropa y calzado en Argentina. Pero aún así la velocidad de una devaluación al 120%, que despertó al dólar, trajo pesadillas para el bolsillo de cualquier trabajador en los primeros días de gobierno de Javier Milei. La crueldad es la misma, pero la saña no. Ya el informe técnico de diciembre, que llegará los primeros días de enero, nos marcará la brújula de que, por ejemplo, comprar útiles nuevos para nuestrxs pibes en marzo podría ser una misión imposible. Pero, aunque sea una crónica de un ajuste anunciado, volvamos a 2023 que todavía no terminó.

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Jony “Boquita” Peralta trabaja en la calle desde 2007. Sus 52 años están marcados por trabajos informales como lavado de coches o trabajos en supermercados,  hoy vende ropa para niños sobre la vereda de Bartolomé Mitre: “Somos revendedores, que te compren una prenda a 15 o 20 mil pesos es muy difícil. La gente prefiere las ofertas, lo que sale menos de 10 mil, con eso se visten. Quienes más gastan son las juventudes, pero todo vuela en precios”. El pago del alquiler, los servicios y las festividades no permiten a su familia transitar diciembre en paz. 

 

-¿Qué observás vos, el sector popular cómo se las ingenia para vestirse?

-Los lugares que visten hoy al conurbano y a la gente de Capital son Once, La Salada o Constitución. Diría que hasta en Avenida Avellaneda, otro lugar donde se compra en general, está más difícil ahora. Muchos vendedores traemos de la Salada y otros confeccionan y lo que se nota es que ahora compran todo rápido, en el momento, porque anuncio tras anuncio empeora el mes y la plata se va de las manos.

 

¡AQUÍ SE RESPIRA LUCHA!

Las sucesivas represiones del Gobierno de la Ciudad parieron la resistencia en Luzmery Villanueva, referente de la Asociación de Vendedores Ambulantes Independientes de Once (VAIO). Hace 17 años arrancó ofreciendo chipas y gaseosas por la zona y hoy es una de las voceras de quienes se organizaron en los peores momentos: “Fui una de las desalojadas innumerables veces por Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo en 2017 donde la Policía me arrastró por todos lados”, contó. Resume que muchos compañeros, sobre todo los senegaleses desorganizados, perdieron sus mercaderías para siempre. “Me han armado causas y todo”, agregó.

 

 

-Estás todo el tiempo en contacto con la venta de ropa. ¿Qué ves en este diciembre?

-Vendemos y gastamos, vendemos y gastamos. Es un mes desastroso. El poco ahorro que la gente tiene, lo guarda y estira. Lo último que se piensa es en la pilcha nueva. La gente de los barrios menos todavía. Ojo, el pueblo no deja de trabajar, en Once se suda porque somos parte de la economía social. Quieren “limpiarnos” para sus negocios inmobiliarios pero no van a poder.

-¿Qué te preocupa?

-Que la venta bajó muchísimo, no es para nada como el año pasado. En diciembre de 2022 tuvimos que emplear algunos chicos para ayudarnos. Yo tengo ocho hijos, algunos ya se recibieron y hacen de Didi porque no hay trabajo de su oficio. Vivimos todos juntos porque si ya el kilo de carne, el asado, es imposible… más difícil es un alquiler.

Luzmery vende prendas y ojotas sobre Bartolomé Mitre, a sus 47 años se alegra de que ya la “mafia” que existía en connivencia de la Policía de la Ciudad y algunos punteros de la zona se haya reducido gracias a VAIO, nucleado en la UTEP. “El logro más importante es que ahora se reguló la venta, va a ser mucho más difícil para Jorge Macri sacarnos de acá, ‘limpiar la Ciudad’”, explicó para luego agregar: “¿De qué Ciudad limpia hablan si estamos en un país fundido en la miseria?”.

-¿Cómo resumís las fiestas y la compra de ropa?

-Muchos ya estamos haciendo nuestros productos, pero un buen medidor es La Salada que hoy tiene precios también por las nubes. Quienes compramos al por mayor, una ojota comprábamos a $500 y, de repente, llegó a $3000. Pero la gente pobre siempre nos las ingeniamos.

Cristina, Jony y Luzmery son apenas una muestra de una festividad caótica bajo los villancicos con melodías de cacerolazos y con los estruendos de las balas de goma. La Argentina movilizada hoy pelea contra un Decreto de Necesidad y Urgencia que barre directamente a las cooperativas, pymes, manteros y pequeños vendedores de ropa o trabajadores textiles. Los deja al libre albedrío del mercado, compitiendo con las etiquetas internacionales que pronto desembarcarán en un país con más del 40% de su población pobre. Con una crisis de representatividad política y una batalla cultural que menosprecia a quienes menos tenemos. “Lo que no saben es que de acá no nos vamos a ir, acá estaremos”, asegura Luzmery.

 

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