La eternidad de Sandro

19 de agosto de 2025
Estefanía Santoro

Roberto Sánchez, Sandro de América, cumpliría 80 años. Un recuerdo y una celebración de su voz inconfundible, su rebeldía pionera y su sensualidad arrolladora. Un artista único que trascendió épocas, fronteras y géneros para volverse inmortal.

Sandro, el que se robó todos los corazones, el de los labios carnosos y la mirada fulminante, el seductor del pueblo, el de la voz inolvidable, más sexy que una película de la Coca Sarli. Roberto Sánchez Ocampo, el gitano. Del conurbano al mundo.

Hoy Sandro de América cumpliría 80 años y eso hay que celebrarlo. Celebrar al gran artista que fue, al orgullosamente gitano, a ese muchacho dueño de una sensualidad tan seductora que entraba por los ojos y temblaba en el cuerpo. Sandro, un pibe del conurbano que se atrevió a mover la pelvis, que rompió con la moral de su época y se convirtió no solo en un sex symbol sino también en uno de los artistas más importantes del mundo, porque no solo era una cara bonita.

A Sandro se lo celebra por su voz, por la pionera rebeldía de sus comienzos en el rock, por  su baile provocador, por su reivindicación gitana muchas veces defenestrada, por esa relación tan amorosa y cercana que tenía con sus fans, las nenas, y tantos atributos más imposibles de enumerar.

“El otro día vino a casa una señora de 82 años, casi desdentada, muy viejita. Llegó preguntando por mí porque quería decirme que tenía un dinero y ¡quería poner un negocio para que me quedara para mí! Es de una ternura que no tiene medida. Quizá el secreto está ahí, en que no se pueda explicar. Lo único que te puedo decir es que yo soy un romántico, de lo contrario no podría escribir las cosas que escribo, y sigo saliendo ahí y me divierto. Y también, que a mis nenas, las amo desde el fondo de mi corazón”.

Su voz, sus movimientos, las expresiones de su rostro, la inmensidad de sus labios, la sensualidad de sus ojos y la pasión que transmitía en escena, lo convirtieron en un artista singular, exclusivo, inimaginable. Pero además, lo que cautivaba en Sandro era su notable sinceridad y la humildad que irradiaba, esa que se podía apreciar en sus propias palabras y en su forma de vivir.

A lo largo de su carrera Sandro llegó a publicar 52 álbumes de estudio, actuó en 16 películas y además dirigió y guionó el largometraje “Tu me enloqueces”. Con la canción “Rosa Rosa” alcanzó los dos millones de copias vendidas.

“Sandro es un atorrante tierno, un desfachatado irrespetuoso. Con alta dignidad de trabajo. Un cantante de pronto es más que un político: recibe todo el amor y las frustraciones del mundo. Le pagan sin tener que prometer nada. No puedo menos que matarme en el escenario”.

Sandro vivió su niñez y adolescencia en Valentín Alsina, ciudad del partido de Lanús, ubicada en el sur del conurbano bonaerense. Amaba a Elvis Presley y a los 10 años ya lo imitaba. Tres años más tarde dejó el secundario y pasó por distintos trabajos, primero con su papá repartiendo vino en damajuanas, luego en una carnicería y a destajo en una farmacia. Con los pesos que ahorró sacó un crédito y se compró una guitarra y desde ahí nunca paró. Su primera actuación bajo el nombre de Sandro fue en un boliche de la calle Coronel Warnes en Villa Jardín, Lanús. 

En la década del 70 la música del gitano dio vuelta el mundo, eso le valió el apodo de Sandro de América. Fue el primero en cantar en el Luna Park, lugar que hasta ese momento solo estaba reservado al ámbito del boxeo, y fue también el primer artista latinoamericano en cantar en el Madison Square Garden en Nueva York. 

El 4 de enero de 2010 después de haber pasado por cinco operaciones, el gitano abandonó el mundo terrenal. Al día siguiente por el salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación pasaron más de 50 mil personas, que formaban 13 cuadras de fila para darle el último adiós a su ídolo y más de 100 mil acompañaron el cortejo fúnebre. 

A Sandro se lo celebra, se lo recuerda, se lo escucha y se lo baila aún hoy. Sandro es un fenómeno de masas que todavía hace suspirar a generaciones enteras. Ese pibe del conurbano que se convirtió en un artista que dio la vuelta al mundo, el mismo Sandro que abrazó a sus fans como ningún otro lo hizo. La estrella que eligió vivir en ese conurbano que lo acunó, lejos de los lujos y los flashes pero siempre cerca, muy cerca de sus nenas. 

"De mi casa para afuera soy Sandro; de mi casa para adentro, Roberto Sánchez: yo no compro lo que vendo. ¿Mi secreto? No tengo: simplemente uso jeans como si fuera un smoking y smoking como si fuera jean. Mi única obsesión es no dar lástima en el escenario".

Y es tal vez esa obsesión la que lo llevó a que hoy se lo siga celebrando como un artista sin tiempos, sin modas, eterno, siempre vivo, querido y admirado más allá de cualquier frontera.