Albañilas: empoderamiento en construcción

por Mariana Aquino
Fotos: Martín Álvarez Mullally
05 de agosto de 2021

Golpeadas por la precarización laboral en las chacras y en los trabajos domésticos, 27 mujeres decidieron dedicarse a la albañilería. Las obreras -muchas de ellas encargadas de generar el único ingreso de plata en la familia- deconstruyen estereotipos en el rubro.

“Sabés las veces que escuché que este no era un trabajo para mí, que yo no podía hacerlo, que no iba a funcionar. Y sin embargo seguí adelante, y a mucho honra digo: yo soy albañila, señores”. La voz potente de Ana López del otro lado de la línea nos da una pista de cuánto vivió antes de llegar a la Casita Del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) en General Roca, Río Negro, donde trabaja junto a sus compañeras en albañilería: “Siempre me gustó el trabajo pesado y ahora me doy cuenta de que no solo los hombres lo pueden hacer. Nosotras también podemos, nuestro lugar no es solo la casa y sus labores, podemos hacer todo lo que nos propongamos. Yo soy madre soltera y soy el único sostén de mi familia. Los papás de mis hijos no me ayudan y la asignación universal no nos alcanza, recién ahora puedo llegar a fin de mes. Imagínense si no voy a sentir orgullo”.

Ana tiene 29 años, es madre de cuatro niñes y sufrió violencia de género desde chica en su casa. El padre de sus hijes se cansó de maltratarla, hasta que un día ella se defendió. Estuvo presa y perdió la tenencia de su hijo Lucas, a quien recién pudo recuperar cuando obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria hace dos años.  “Después de estar presa es difícil rehacer tu vida, que la gente confíe en vos para darte un trabajo. Así que este proyecto es más que una salida laboral para mí, es mi oportunidad de volver, de confiar en mí, de mantener a mis hijos, es todo. Acá recuperé mi dignidad y comprendí que nadie tiene derecho a decidir sobre mi vida”.

Algunas de las albañilas pasaron por casas del centro de la ciudad de Roca como empleadas domésticas, sin vacaciones pagas ni aportes; otras experimentaron el duro trabajo del campo en las chacras cosechando manzanas en temporada. Todas vivieron la precarización laboral afuera, y adentro, la invisible tarea de planchar, lavar y cuidar a hijes sin ninguna retribución. El mismo sistema que las expulsa a trabajar de limpieza por pocos pesos y en negro, o en los campos en las primeras heladas al inicio del invierno, no les reconoce nada.

“Siempre me gustó el trabajo pesado y ahora me doy cuenta de que no solo los hombres lo pueden hacer. Nosotras también podemos".

“Estar organizada con otras te ayuda a empoderarte, a entender que no necesitás de un hombre para salir adelante, podés salir sola si es que nadie te acompaña. Aprendimos desde cero y hacemos de todo. Demostramos que los trabajos que antes se pensaban para los varones podemos hacerlos nosotras. Acá tenemos muchas compañeras que sufrieron violencia de género y, participando en los talleres y encontrando independencia económica con el trabajo, entendieron que se puede salir adelante. Y es lindo ver cómo una puede ayudar a la gente”, dice Natalia Chávez.

Ella es una de las primeras albañilas que se sumó al proyecto del Fol. Natalia -junto a diez compañeras- empezó a aprender el oficio hace 6 años. Un compañero de la organización les enseñó a levantar paredes y revocar, a colocar puertas y ventanas. Ellas hicieron el resto. Actualmente son 27 y trabajan para la comunidad pero lo que más les infla el pecho de orgullo es que construyen sus propias casas.

Del Frente de Organizaciones en Lucha en Roca participan 240 personas, mujeres y hombres que están en las  cuadrillas de albañilería, carpintería, manualidades y costura. También tienen un comedor y un merendero. Yamila empezó a ayudar en la cocina a mediados de 2014. Su padre la había acercado a la organización. Como todas, primero dio una mano con tareas que ya hacía en su casa, esas asignadas según el género y la supuesta capacidad física; pero después fue aprendiendo de albañilería y hoy asegura que ya encontró su vocación. “Empecé de aprendiz, dando una mano como ayudante y al tiempo me eligieron como encargada. Me encanta el trabajo pero lo que más me gusta es el mensaje que damos. Esta no es una profesión solo para varones fortachones y de voz gruesa, esta es una profesión hermosa para cualquier persona que quiera aprender”.

"Este proyecto es más que una salida laboral para mí, es mi oportunidad de volver, de confiar en mí, de mantener a mis hijos, es todo".

“Yo siempre le digo a las chicas: ´Aprendan a hacer de todo porque yo no voy a estar siempre acá y lo van a tener que hacer solas´. Ellas se ríen, me gastan, pero el otro día una compa me mando un WhatsApp que me alegró mucho: hizo el paredón de su casa solita. Ella, con todo lo que aprendemos juntas. ¡Sabés lo que es eso!”, cuenta Yamila. Para ellas, a quienes la vida las golpeó duro y las oportunidades no les sobraron, “eso” es un montón. Construir sus propias casas, y mucho más que eso: autogestionar sus fuentes de trabajo y demostrar que sí pueden con una tarea de las tantas que les fueron negadas.

 “Yo soy albañila, señores”. Responde Ana cada vez que le dicen: "Vos no podés". Son albañilas, para construir casas pero sobre para tirar abajo el muro más alto y firme que oprime duro a los cuerpos feminizados, racializados y pobres: el patriarcado. 

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