Una trabajadora del Estado fue abusada por un directivo: “La respuesta fue silencio y complicidad”

por Revista Cítrica
09 de diciembre de 2019

Una trabajadora del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES) relata la angustia que significó el abuso sexual que sufrió de parte de un directivo y el adoctrinamiento económico que luego recibió por parte de las autoridades del organismo con sede en avenida Belgrano y Paseo Colón (CABA).

“Yo trabajo en Presidencia, a cinco metros del despacho del Presidente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (INAES). Ese día estaban reunidos, se fueron todos, y vino este tipo que es el director del área de Dirección de Asuntos Jurídicos del Instituto. Cuando me doy vuelta sobre la misma silla para entregarle una resolución que buscaba, se me tira encima: me agarra del hombro, me empuja contra él, con la otra mano me empieza a tocar por dentro del escote, la cola, la vagina, mientras intentaba besarme en la boca. Mi única reacción fue, por instinto, correr la cara para que no me besara. No pude ni gritar. En seguida entró una compañera y el tipo se escapó”.

El relato es de Cecilia (resguardamos su apellido por seguridad), una trabajadora del INAES que en agosto pasado tuvo que tomarse licencia psiquiátrica primero, y por violencia de género después, ante el silencio de las autoridades del organismo. Hizo la denuncia administrativa en el Estado contra Carlos Alberto Debiaggi por abuso sexual en su lugar de trabajo, pero también radicó una denuncia penal.

La respuesta del presidente, su jefe directo, fue el silencio. “Nunca me llamó ni se puso a mi disposición, sólo envió a hablar conmigo a un gerente de otra área, que es su amigo, y es quien me vio llorando en la escalera el día que sufrí el abuso. Me dijo que haga lo que creyera que fuera correcto, pero me dio a entender que me metía en una pesada. Luego no hablamos más”, cuenta Cecilia, que se reunió con Cítrica en los alrededores del INAES, donde el Colectivo de Mujeres y Disidencias que trabaja en el instituto realizó un acto para denunciar públicamente el hecho de abuso sexual. Y agrega que, este gerente -a quien ella se animó a contarle lo que le pasó- tuvo una de las respuestas más comunes entre machos encubridores: “Me extraña que vos, siendo una mujer fuerte, que no le hayas metido una piña”. Porque en el pacto patriarcal la culpa siempre es de la víctima.

Cecilia es la primera vez que se anima a hablar y nos relata con detalles el dolor y la angustia que significó no sólo el abuso, sino el adoctrinamiento económico que luego recibió por parte de las autoridades del organismo. “Yo me tomé licencia y el tipo siguió viniendo. Recién pidió licencia el 11 de septiembre. Y a mí me bajaron el sueldo, porque al no estar yendo me quitaron el pago de horas por capacitaciones. Mandé carta documento pidiendo hacer la capacitación al menos vía electrónica, pero me respondieron que no, que yo estaba de licencia. Alrededor de 12 mil pesos se redujo mi salario: yo estoy endeudada, pagando abogados, psiquiatra, pastillas, alquiler, y el tipo sigue cobrando un sueldo altísimo como si nada. Ese es el costo que tuve que pagar por animarme a hablar”.

Según la denuncia de las trabajadoras, Debiaggi tiene abierta otra causa por violencia machista impulsada por su ex pareja, y también otras situaciones no denunciadas por temor de compañeras que se desempeñan en su dirección.

No es la primera vez que las autoridades del INAES son acusadas por conductas violentas. En julio pasado, Paula Ferioli, trabajadora del instituto desde hace casi 8 años, fue despedida tras ser la primera empleada en tomarse la licencia por violencia de género luego de tramitar una causa contra su ex pareja, y finalmente fue reincorporada luego de haberse animado a visibilizar el caso.

“Ante una Justicia y un Estado empleador que reproducen una matriz patriarcal, las trabajadoras del INAES decimos nunca más abusadores en nuestros espacios de trabajo”, gritaron las compañeras del organismo. El acto terminó con un canto que hoy cruza todas las fronteras:

“Y la culpa no era mía, ni como estaba, ni como vestía: ¡El violador eres tú!”.
 

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