Mucho más que un colegio

por Revista Cítrica
03 de julio de 2015

El Guido Spano, en Palermo, es sólo una de las instituciones cooperativas de la Ciudad

Que el dueño de un colegio privado decida mandarse mudar y deje en la calle a los alumnos y docentes no es algo nuevo. Tampoco es novedad que la comunidad educativa afectada -como en este caso es la del Guido Spano, la escuela de Palermo-, se organice y busque una solución colectiva. 
Con poca difusión, precisamente por no representar un “negocio”, son casi 500 los proyectos educativos de gestión social que funcionan a lo largo país y que cotidianamente construyen otra manera de enseñar y aprender. 
“Son formas autogestivas que adoptan distintas características depende las posibilidades. Algunas son cooperativas, otras asociaciones civiles, otras fundaciones. El origen de sus integrantes viene de la propia escuela. No es que vienen de afuera y desconocen las problemáticas del establecimiento. Muchas surgen de alguna crisis o necesidad de una sociedad determinada, que se reúne, se organiza, y lo hace a través de una institución sin fines de lucro real y adopta algunas de estas medidas asociativas. En general, tienen una fuerte presencia de los padres, de la familia, del barrio y de los propios docentes”, explica Ana Fernández, la presidenta de la Asociación de Educación de Gestión Social, quien por haber pasado lo mismo hace 13 años en un colegio en Moreno, no tiene dudas en qué aconsejarle a los padres y docentes del Guido Spano: “Que participen, que se jueguen. Uno no puede tener miedo, uno tiene que estar adentro y ahí sí analizar cuáles son los mejores caminos. Tanto de padres como de docentes debe haber desprendimiento y compromiso. Es una tarea dura, pero es una apuesta colectiva. La existencia de ese colectivo es lo que garantizara la subsistencia. Además la apuesta es por la educación y no por el negocio, porque las escuelas privadas no dejan de ser un negocio”.

Y cuando el negocio no anda bien, como pasó con cientos de colegios privados a partir de la crisis desatada 2001, los dueños deciden cerrarlos o decretar la quiebra. Y ahí es cuando, en muchos casos, aparecen los padres de los alumnos y los trabajadores docentes para encontrarle una salida colectiva al conflicto. Paso hace una década en todo el país y pasa por estas horas con el Guido Spano, pero también hay experiencias similares muy anteriores.  
Roberto Schimkus es ex alumno, profesor y director de Instituto Lomas de Zamora, una cooperativa limitada de enseñanza que existe hace más de 60 años. “Somos empresa recuperada desde antes que existiera ese término”, dice con una sonrisa, y relata cómo en 1941 se fundó “como escuela privada, en el 52 la cerraron porque no era más negocio y poco tiempo después los trabajadores docentes se organizaron y formaron la cooperativa”. Otro de los más antiguos es el Instituto Argentino Excelsior, en Caballito, que hace más de medio siglo funciona como cooperativa. 

El jardín de infantes y primaria Nuevo Mundo también es de los casos mas emblemáticos. Ubicado en Serrano al 500, en el barrio de Palermo y a pocas cuadras del Guido Spano, hace 41 años que existe y, a diferencia de muchos de sus pares, directamente nació cooperativa. “Un grupo de docentes y padres de una escuela privada, el Washington School, se abrieron de esa escuela porque no estaban de acuerdo con varias cuestiones. Al juntarse tomaron conciencia de que la escuela que ellos querían no existía. Entonces se les ocurrió inventarla y formar una cooperativa de padres y maestros. A los años derivó en una cooperativa de trabajo. Hemos tenido millones de conflictos, la historia argentina por supuesto que atravesó la escuela y vivimos los diferentes momentos del país, pero nosotros seguimos eligiendo esta manera”, enfatiza Serena Colombo, directora del establecimiento. “Las escuelas de gestión social y cooperativa no tienen mucha visibilidad. No las conocen todos en Argentina, y es una experiencia para conocer y fomentar. Es el resultado del choque de dos derechos: el derecho a educarse y a trabajar”. 

LA EDUCACION COMO NEGOCIO
Ya se da por sentado, pero vale la pena volver a preguntárselo. ¿Qué camino elegimos como sociedad cuando la educación, la salud y los servicios públicos están en manos de empresarios cuya principal meta es obtener ganancias? ¿Y qué pasa cuando a una escuela, clínica o distribuidora de electricidad no le cierran los números? 
“El colegio Guido Spano recibía un 60 por ciento de subvención y cobraba una cuota. Si todo sigue así, con las cuotas y el apoyo del estado, la escuela no tiene que cerrar. El problema es cuando se quiere hacer negocio”, expresa Roberto Schimkus, quien además es tesorero de la Federación de Cooperativas y Entidades Afines de Enseñanza de Buenos Aires (Feceaba).
En ese sentido, Colombo agrega que “cualquier cooperativa tiene una ventaja con respecto a una iniciativa privada, ya que el objetivo no es perseguir una ganancia y detrás no hay un capitalista buscando el plus valor. Entonces el proyecto educativo se puede sostener, en las buenas y en las malas. En épocas difíciles, arremangándose y con el esfuerzo de todos. Pero desde ya que no ocurrirá lo que pasó en el Guido Spano, que era una sociedad anónima y no se sabía quién la manejaba. En ese caso el interés del dueño es económico y depende de sus escrúpulos sostenerlo o no. 

¿COMO ES UNA ESCUELA COOPERATIVA?

“En un mundo en el que se fomenta el ‘sálvese quien pueda’, el ‘individualismo’, la ‘competencia’, el ‘hacé la tuya’, el ‘héroe individual’, contraponemos la idea de cooperación, de trabajo colaborativo, de construcción colectiva. Estamos convencidos de que la solución a los problemas que nos afectan como comunidad es una respuesta que debemos encontrar entre todos, escuchándonos y con todos los miembros de la comunidad educativa participando en la toma de decisiones. Sabemos que elegir este camino es optar por el más difícil ya que es mucho más cómodo que alguien decida por nosotros”, apunta Schimkus, quien considera fundamental “romper con la mala imagen que tienen las cooperativas”, que resultan alternativas viables. “En este caso, por ejemplo, el camino contrario  sería irse del Guido Spano, buscar otro colegio y listo. Pero lo mejor es juntarnos, que nuestros pibes sigan juntos, con los mismos docentes, y sostenemos la escuela. El reconocimiento como cooperativa lleva su tiempo, pero llega. Y además el gobierno de la Ciudad debería intervenir”. 
Lo mismo piensa Serena Colombo, para quien “cualquier tipo de gestión colectiva, no solo la cooperativa, tiene un valor que no tiene ningún otro tipo de gestión, porque cada uno de los integrantes del colectivo es parte de las decisiones. El proyecto que se encarne estará encarnado en todas las personas. Por lo tanto, no importa qué cargo se ocupe en ese espacio educativo. Todo el mundo entiende hacia adonde vamos porque todos somos parte de esa decisión, que además es un modo más que respetuoso de encontrarse. Esa diferencia se nota  mucho entre los pibes, que aprenden a pensar con otros, a afrontar el conflicto con otros, a querer el espacio en el que están porque es de todos. Uno es parte de eso, y lo quiere cuidar. Y entonces lo enseña todo el tiempo. Todos los pibes saben que la escuela es una cooperativa, qué significa ser una cooperativa, ser un colectivo. Y tiene que ver con ese modo de mirar el mundo. Y desde el punto de vista de los trabajadores, ni te cuento”.

Como Serena, son muchos los que creen que otra educación es posible. Y en ese  sentido, además de ponerle el cuerpo todos los días, considera que es vital el apoyo del estado. “Nosotros tenemos que cobrar una cuota a las familias porque no hay otra forma de sostenernos. Como cooperativa no podemos recibir subsidios del Estado. El Guido Spano cobraba una cuota, estaba subsidiado en un 60 por ciento, y después un tipo se la llevaba en pala. Por eso es fundamental que el estado apoye estas iniciativas. Hay una necesidad de poner la voz y que el Estado tome conciencia de lo interesante que son estas experiencias y la necesidad de fomentarlas. Desde siempre apoyo la educación estatal, pero me gustaría que la transformación educativa se dé hacia ese lugar, para que se genere más pertenencia y espacios de discusión”. 

Como tantas veces en la historia de nuestro país, las crisis también abren otras puertas. Así lo están viviendo los afectados por el repentino cierre del colegio Guido Spano, quienes se movilizaron para denunciar las maniobras de estafa y  vaciamiento y en el camino van descubriendo que no están solos. Son miles los que, de una u otra manera, hace años vienen luchando por la educación. Así como en épocas de neoliberalismo este tipo de experiencias sirvieron para reemplazar a un estado ausente, hoy, cuando la realidad es otra, las escuelas orientadas a la gestión social siguen siendo una alternativa para construir una sociedad más justa, con personas que en vez de mirarse al ombligo, tengan en cuenta al de al lado.  “Ahora que pasó esto del Guido Spano estamos todos pendientes -cuenta con entusiamo Serena-, nos llamamos por teléfono y estamos en contacto con los trabajadores y los padres, y a nadie le importa si es época de vacaciones. Como siempre, hacemos un montón de actividades y nos quedamos más horas si es necesario porque nos gusta y nos interesa gestionar ese espacio de laburo. Apostamos a la horizontalidad. En general el sistema educativo en todo el mundo, pero en Argentina en particular, es un espacio muy verticalista. En nuestras escuelas no. Yo soy circunstancialmente la directora, me eligieron mis compañeros y me toca hacer determinadas cosas, pero si lo que yo digo o hago a alguno no le parece, me lo dice y se cambia. Así se genera algo mucho más genuino. No estamos acostumbrados a participar de colectivos, esto se aprende día a día. Y no es que hay un tipo de persona adecuada. Al que le interesa, se va formando y se va haciendo en el camino. Nadie te enseña a estar con otros. Más bien al revés”.

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