El dilema jubilado con Milei presidente: comprar remedios o comer
por Diego Lanese24 de septiembre de 2024
El PAMI inició un proceso de ajuste que deja a millones de afiliados con graves problemas de acceso a los medicamentos. El gobierno disputa un negocio millonario con un sector de la industria farmacéutica. El nuevo paradigma libertario: la medicación deja de ser un bien social y pasa a ser un bien de consumo.
“Buenos días”, escucha el farmacéutico, y reconoce la voz enseguida. El mensaje de voz es de una pacienta de muchos años, que estuvo el día anterior en su farmacia, ubicada en un barrio popular del conurbano bonaerense. “Dejame que vea esta semana el tema, estoy un poco mareada con los precios y para colmo tuve que hacer unos gastos extra, se me llovió el techo y tengo que comprar una pintura especial”. La voz de la mujer es temblorosa. “Yo no sé cómo voy a estar sin medicación, voy a hablar con el psiquiatra, no sé qué hacer, sé que no es tu problema, te agradezco mucho estos años que me bancaste, discúlpame pero estoy un poco deprimida”. El mensaje se corta abruptamente, en medio del llanto.
Como ese, miles de mensajes se repiten en las farmacias de todo el país, donde jubilados deben elegir qué medicamentos llevar, porque no pueden pagarlos todos. La suba de precios desatada por la desregulación del mercado promovida por el gobierno de Javier Milei se suma a la baja en la cobertura del PAMI, lo que afecta el acceso a los tratamientos de millones de adultos mayores con enfermedades crónicas. El plan motosierra golpea la obra social nacional, y genera una crisis que pone a los viejos en una cruel encrucijada: comer o cuidar la salud.
Durante agosto, la conducción del PAMI decidió una serie de reformas que golpean a los afiliados, en especial en el acceso a medicamentos. Por un lado, redujo un tercio el vademécum gratuito: retiró unas mil presentaciones de la cobertura al 100 por ciento. Por otro lado, junto con las autoridades sanitarias cambiaron a la categoría de OTC (over-the-counter) muchos grupos de drogas e hicieron que dejen de recibir descuentos por la seguridad social. Esto hace que jubilados y pensionados deban afrontar un doble aumento en el gasto en materia de salud, que la mayoría no puede afrontar sin ajustarse en otros rubros, incluyendo la comida. Además, el precio de los productos farmacéuticos está unos 10 puntos por encima de la inflación, lo que termina de configurar una “tormenta perfecta” para la salud de la tercera edad.
Menos cobertura
El ajuste en el PAMI comenzó con la decisión de bajar de cinco a cuatro las recetas gratuitas por mes que pueden retirar de las farmacias los afiliados. Además, se dieron de baja 44 de las 167 monodrogas que la entidad cubría al 100 por ciento hasta mitad de año. En cuanto a las marcas de los medicamentos que no tenían ningún costo para los afiliados, el beneficio se redujo de 3 mil a 2 mil presentaciones, es decir, un tercio del universo. Entre los productos hay tratamientos para controlar la diabetes, la hipertensión y el cáncer y otros para enfermedades como la hemofilia, la hepatitis B y C y los que utilizan las personas trasplantadas. Además, hay varios calmantes. “PAMI a veces me hace los descuentos y a veces no, mi hijo me hace el trámite, pero cambia todos los meses”, sostuvo Marta, una jubilada que estuvo en el último verdurazo en CABA. En los últimos meses, ratificó, “los remedios más caros no me descontaron”. “No se puede ni guardar una moneda, se queda debiendo plata porque no alcanza para nada, me duele mucho porque todos vamos a ser jubilados”, se quejó.
Esta variación sin criterios en los descuentos se dio porque el organismo cambió las categorías de los productos, sacando del rubro “uso frecuente” varios de ellos. “Muchos principios pasaron a la categoría de ‘uso eventual’, la cual hizo que ese precio diferencial que antes se pagaba no esté, y pasen a tener una cobertura del 40 por ciento”, explicó Patricia Rivadulla, titular del Observatorio de Medicamentos como Bien Social del IDEP-Salud, entidad sanitaria de ATE. “Hay pacientes que usan estos medicamentos calificados como eventuales crónicamente, lo que hace que haya un doble aumento para los jubilados”, agregó la especialista.
Por eso, dijo Rivadulla, “la gente no está teniendo acceso a los medicamentos, elige que lleva y que no, incluso tratamientos crónicos”. “Hay una crisis de acceso, por la falta de cobertura y el cambio de modalidad de venta de algunas moléculas”, alertó.
Este es otro de los cambios impuestos por el PAMI. A comienzos de año, la ANMAT, agencia reguladora de medicamentos, fue habilitada por el gobierno libertario a revisar las categorías de todos los tratamientos que se utilizan en el mercado nacional. Bajo la idea de desregular el sector, se comenzó a cambiar la forma de dispensa de muchos productos, que pasaron a ser “de venta libre”, es decir, ya no se requiere receta médica para su compra.
Los primeros en ser parte de esta reforma fueron los fármacos de la familia de los prazoles –destinados a malestares estomacales– y algunas cremas dérmicas, complejos vitamínicos y laxantes. “Cambiar la modalidad de venta de estos medicamentos implica que no los cubren más las obras sociales, incluyendo el PAMI”, recalcó Rivadulla, que marcó que detrás de la decisión hay “un acuerdo entre el gobierno y la industria farmacéutica para disminuir la cobertura”. “Si bien para el gobierno libertario la desregulación es una especie de paradigma, en materia de salud pública este tipo de medidas significa consumo indebido, implica automedicación, y por ende riesgo para las personas que usan sin control esos medicamentos”, subrayó la especialista.
Precios por las nubes
En un posteo viralizado hace unos días, una mujer deja en claro su angustia en la puerta de una farmacia. “Me voy sin remedios, cobro la mínima y si no me ayudan mis hijos ni comer podría”, sostuvo la jubilada de Lomas de Zamora, que calificó como “una porquería” la realidad, antes de romper en llanto. Según las estimaciones, los tratamientos subieron 10 puntos por encima de la inflación promedio, aunque hay algunos que sólo este año quintuplicaron su valor. Esto generó una caía estrepitosa del consumo de productos en las farmacias, como viene alertando cada mes la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). En agosto, las ventas de medicamentos disminuyeron un 17,4 por ciento en términos reales, y acumularon un descenso del 27,8 por ciento en los primeros ocho meses del 2024. Esta situación coloca a la industria farmacéutica en un escenario que podría superar la contracción de 2018.
“Todos los días nos encontramos con estas historias en el mostrador, gente que viene a consultar por sus medicamentos, y de las cinco recetas que traen se llevan las que pueden, o las que tienen más cobertura”, sostuvo Néstor Caprov, farmacéutico de Lanús. Antes, recordó, tenían esos remedios “con 100 por ciento de descuento, ahora deben afrontar el pago de un porcentaje, y además con aumentos constantes”. Si bien los profesionales insisten sobre la necesidad de mantener las terapias, los jubilados eligen “según su criterio, que siempre es si les alcanza la plata”. Por eso, en el gran Buenos Aires, los profesionales “ayudamos como podemos, con tiras sueltas, fraccionando envases hospitalarios a los que tenemos acceso, todo para tratar que no dejen su medicación, porque ese es un peligro muy grande”, admitió Caprov.
La situación hace pensar en la crisis del 2001, aunque con algunas diferencias. “Ese año no había PAMI ni planes sociales, se creó la sustitución como instrumento de acceso, la mal llamada Ley de Genéricos, porque en el país no hay estrictamente medicamentos genéricos”, recalcó el profesional, que es presidente del Colegio de Farmacéuticos de Lanús.
Consecuencias
La falta de cobertura y el aumento de los precios deja a millones de jubilados sin sus tratamientos. La ayuda de los farmacéuticos y los médicos se ve desbordada, y no hay fraccionamientos ni muestras gratis (que dejan los visitadores médicos en los consultorios) que alcance. Por eso en muchos casos recurren al sistema público, para ver si les entregan algunos de los productos. En este sentido, desde la Federación Sindical de Profesionales de la Salud (FESPROSA) hablan del “aumento de la demanda que hay en el sistema público, al punto que por todos los cambios que se generaron en la atención hay un incremento en los tiempos de espera en las guardias de todos los hospitales”. Así lo dijo María Fernanda Boriotti, titular de la entidad, que reconoció que “la salud pública siempre responde, por eso deberíamos estar dotados de más presupuestos y herramientas para afrontar el momento”.
“Hoy, todo lo que podamos hacer no alcanza, los medicamentos y las copias o reemplazos de bajo costo están caros para las jubilaciones que se pagan”, recalcó Caprov, que además confirmó que “la caída en la venta en las farmacias es estrepitosa, bajaron todas las obras sociales y prepagas. El poder de compra de los salarios es la clave”. Para salir de esta crisis, Rivadulla propone volver a una mirada sanitaria de la salud. “El medicamento debe entenderse como un bien social, lo que significa que debe usarse cuando es estrictamente necesaria, y su acceso debe ser equitativo, cualquier persona que lo necesite debería poder hacerse de ellos”, afirmó la especialista. Son muchas las razones para sostener esta mirada: “La primera es que la gente no elige un tratamiento, sino que lo toma cuando lo necesita. Por eso no es un producto más”. “Todo ese paradigma está atacado, porque ahora está visto como un bien de consumo”, concluyó.
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