El colapso del sistema hospitalario del conurbano

por Diego Lanese
Fotos: Agencia Télam
02 de septiembre de 2020

Con los casos de Covid-19 en aumento, la zona del AMBA ve reducida su capacidad de respuesta y, en muchas zonas, se trabaja con la “cama caliente”, sin margen para seguir sumando pacientes. El otro colapso es el médico: entre contagiados y aislados, el personal escasea.

Desde fines de julio, el Hospital Evita de Lanús no recibe pacientes en su terapia intensiva. En la última semana de ese mes, un contagio masivo de coronavirus hizo que 11 de los 18 trabajadores del sector fueran aislados. Hasta hoy, un mes después, la unidad no está en funcionamiento. En el distrito vecino de Lomas de Zamora, en el Hospital Gandulfo, el panorama no es mejor. Para enfrentar la pandemia, se sumaron siete camas de cuidados intensivos a las ocho que ya existían. Sin embargo, como el personal escasea, no se pueden ocupar.

Ambos hospitales están en el corazón del conurbano bonaerense, que hoy representa el frente de batalla más arduo y delicado en la lucha contra el Covid-19. En toda la provincia de Buenos Aires, remarca el gremio médico CICOP, la situación es similar, y la mayoría de los centros asistenciales “están al límite”. Más allá de los porcentajes de ocupación, otro índice alarma, uno que no puede medirse con números. Se trata del estrés que afronta el personal médico, siempre con el colapso –personal y del sistema– en el horizonte. 

En territorio bonaerense se registra alrededor de la mitad de los contagios del personal sanitario del país, que ya superan ampliamente los 22 mil. Además, en las últimas semanas hubo al menos cuatro casos fatales entre trabajadores sanitarios, lo que aumentó la preocupación. “Gran parte de los fallecidos y los contagiados no deberían estar trabajando, porque son mayores de 60 años o tenían una condicional sanitaria previa que los convertía en grupo de riesgo para enfrentar las tareas de pandemia”, afirmó la presidenta de CICOP, Marta Márquez.

“Tuvimos momentos complicados con la gripe A o en los 80 con el Sida. Pero nunca nada tan extremo como esto", cuenta Marcelo Pignataro, del Evita

El gremio viene reclamando desde el inicio de la crisis que se le den licencias, pero por la falta de personal les fueron negadas. En el Gandulfo esta negativa terminó de la peor manera: las enfermeras María Esther Ledesma y Lucila Núñez fallecieron por cuadros severos de Covid-19. En medio del dolor y los reclamos, sus compañeros siguen enfrentando cada día al coronavirus y las falencias. 

 

Cerrado por duelo 

Sergio Rey era conocido por sus ambos con imágenes de superhéroes. Con 40 años de antigüedad en el hospital Evita de Lanús, era el Supervisor de Enfermería. Contrajo coronavirus en julio, y estuvo más de tres semanas en cuidados intensivos, hasta que falleció por la gravedad del cuadro. “Fue realmente un golpe muy duro, Sergio era un compañero de muchos años, delegado del hospital, con quien enfrentamos muchas situaciones complejas, pero ninguna como está”, recordó Marcelo Pignataro, trabajador del Evita, que reconoció que hay “mucha angustia y miedo” entre el personal, porque “estamos acostumbrados a ver pacientes constantemente, pero no a compañeros convalecientes o con cuadros graves”.

Pignataro admitió que las imágenes en el hospital “nunca las pensamos ver”, pese a que “tuvimos momentos complicados como la pandemia de gripe A, incluso antes, en los 80 con el inicio del Sida. Pero nunca nada tan extremo como esto, sobre todo por el impacto sobre el personal”. 

Lo sugerido es que cada trabajador de la salud atienda tres pacientes con coronavirus. Hoy, en el conurbano, están atendiendo a diez

En el Evita el nivel de contagios del personal es más alto que en otros hospitales, y según datos de los gremios ATE y CICOP supera el 30 por ciento de la plantilla. En total, hasta la última semana de agosto los casos superaron los 430. Pese a que se incorporaron muchos trabajadores, el saldo sigue siendo negativo, una constante en todo el sistema. “Los hospitales ya venían diezmados en sus planteles, con sueldos a la baja. Cuando se abrió el registro de nuevo personal ingresaron sólo 650 cargos, por los salarios bajos y por el miedo a la pandemia.”, sostuvo Márquez, presidenta del gremio médico. Según los números que manejan, el actual déficit es de más de 1.500 empleados. 

“Querer arreglar en cuatro o cinco meses el desastre de la salud pública, devastado en los últimos cuatro años pero que viene golpeado hace décadas, es muy difícil”, remarcó Pignataro. En ese sentido, en estos días se anunció un programa para poner en valor las estructuras edilicias de varios hospitales de la Provincia, comenzando por el Evita.

“Está muy bien aumentar las camas de terapia intensiva, está muy bien proveer de respiradores, abrir hospitales modulares, ampliar guardias, pero cada uno de esos dispositivos tiene que tener el personal adecuado, capacitado para atender correctamente a los pacientes”, advirtió Márquez, que sostuvo que en esa cuestión “tenemos un enorme agujero”. Como ejemplo, personal de Lomas de Zamora recalcó que en el centro de asistencia levantado al lado del UPA de Villa Fiorito, están las camas, pero vacías. “No hay ni un radiólogo”, denunciaron. 

 

Enemigo invisible 

“Fernando, mirá que diste positivo”. La jefa de Epidemiología le confirmó a Fernando Barroso lo que sospechaba: había contraído Covid-19. Perplejo, se quedó sentado un buen rato, pensando en lo que vendría. Padre de una niña de 13, el médico que lleva 28 años en el hospital Gandulfo de Lomas de Zamora, sintió en carne propia la incertidumbre. “Estoy acostumbrado a recibir pacientes críticos, estamos curtidos, si bien somos humanos nos hacemos un poco duros con el tiempo. Pero la duda siempre está”, contó Barroso, hoy recuperado y otra vez en actividad como jefe de emergencias. Su caso fue uno de los más de 200 que se produjeron en ese centro asistencial, que en estos días atiende entre 80 y 90 pacientes sospechosos de coronavirus. “A veces la guardia colapsa, y en ese contexto trabajamos”, remarcó. 

“Las compañeras entran a trabajar con mucho miedo, porque no saben con qué se van a encontrar”, dice Aída Ledesma, enfermera del Gandulfo.

Barroso tuvo una recuperación total, e incluso su cuadro fue asintomático, es decir, nunca tuvo ninguno de los síntomas de la enfermedad. Distinto fue el caso de muchos de sus compañeros, que incluso fueron internados. En el extremo, la muerte de las enfermeras María Esther Ledesma y Lucila Núñez fue la cara más dramática de la situación que se vive en los hospitales provinciales. “El hospital históricamente tuvo falta de personal de enfermería. Entonces hay recarga a las pocas que estamos a pie de cama trabajando, y estás mucho tiempo trabajando con pacientes con Covid-19”, remarcó Aída Ledesma, enfermera del lugar. Según estiman, lo ideal es atender tres pacientes con coronavirus, mientras hoy están cubriendo a 10. “El paciente depende pura y exclusivamente de enfermería, hay que medicarlo, bañarlo y hasta darle de comer si no lo puede hacer, y te tenés que quedar adentro de la habitación un tiempo”, agregó Ledesma, que es delegada de ATE en el hospital, donde trabaja desde hace casi 30 años. 

La muerte de las enfermeras caló hondo en el Gandulfo, hospital de referencia del sur del conurbano, que despidió con una emotiva caravana a sus trabajadores. A partir de allí, el ánimo fue otro. “Las compañeras entran a trabajar con mucho miedo, porque no saben con qué se van a encontrar”, reconoció Ledesma. Pese a esto, muchas enfermeras toman horas extras, en el mismo nosocomio o en otros, para mejorar los magros ingresos.

“Con sueldos tan bajos la necesidad de hacer horas extras hace que se trabaje mucho, algunas ponen en prioridad a su familia y no las toman, prefieren ganar un mango menos, pero cuidarse”, dijo la enfermera. Además del miedo, el personal sufre la sobrecarga de horas. “El estrés y el cansancio se ve, después de varios meses pesa”, explicó Barroso. A esto se suma la constante pelea por conseguir los insumos, elementos de protección y otros productos. “Aprendimos a regular el uso, ya tenemos el ojo de cómo ahorrar el material”, dijo el profesional, que encabezó múltiples reclamos en la materia al Gobierno de la provincia de Buenos Aires. 

La lucha continúa 

Pese al dolor e incluso el miedo, todos los días el personal sanitario vuelve a su puesto. La pandemia volvió a batir record en los últimos días de agosto, y se expande de la zona metropolitana al resto de la provincia de Buenos Aires y el resto del país. En varias localidades alertan que la capacidad de respuesta del sistema es aún mucho más precaria en el interior bonaerense que en los hospitales del AMBA. Y la gente, entre agotada y angustiada, llega en busca de respuestas que los trabajadores no tienen. “La gente tiene la misma incertidumbre que nosotros, pregunta, hay preocupación. Pero la concientización es poca, como pasa con otras enfermedades. Hoy tenemos tuberculosis, el dengue es también pandemia”, analizó Barroso. 

Varias localidades alertan que la capacidad de respuesta del sistema es aún mucho más precaria en el interior bonaerense que en el AMBA

“Si no trabajamos tranquilas, no trabajamos seguras”, afirma Ledesma, que a poco de jubilarse le tocó este desafío. Como en otros centros asistenciales, enfermería es el área más castigado por los contagios, y el que se mantiene en constante estrés. El sistema debe hacer constantemente equilibrio entre las necesidades y los medios a su alcance, para no empeorar la situación. En ese sentido, en el hospital Evita trabajan con la guardia en “código rojo”, es decir, derivan muchos pacientes, a la espera de reabrir la terapia intensiva.

“Vamos a exigir las condiciones de bioseguridad para dar ese paso, no podemos arriesgarnos”, dijo Pignataro. Así trabaja un sistema siempre bajo el fantasma del colapso. “Es una manta corta”, resume Márquez. El problema es que “los pies de quienes quedan afuera son siempre los mismos, somos los trabajadores los que estamos tratando de dar respuestas”. 

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