Soledad Acuña: de niña waldorf a ministra del Pro

por Rodrigo Ferreiro
Fotos: Ilustración: Juan Paz
21 de mayo de 2021

Perfil político de la autoridad educativa porteña, forjada en el neoliberal Grupo Sophia creado por Horacio Rodríguez Larreta en los noventa y con astucia para ganar protagonismo en el Pro. Universidad pública, mirada elitista de la educación y manejo oportunista del silencio.

La mañana auguraba una jornada relativamente tranquila sobre la calle Gallo, exactamente enfrente del Hospital Ricardo Gutiérrez, desde Avenida Córdoba al norte, donde Palermo, Barrio Norte y Recoleta se disputan territorio, aunque comparten glamour. Sin embargo, los pasacalles del Movimiento Popular la Dignidad, reclamando la eliminación de los sumarios administrativos contra cinco de sus integrantes y trabajadores del programa socioeducativo Primera Infancia, herían de muerte la posibilidad de un momento apacible

El lugar elegido para el reclamo contra una decisión arbitraria de las autoridades educativas no fue azaroso. Es que allí, a la escuela primaria Aletheia iba a concurrir la subsecretaria de Equidad Educativa porteña a buscar a uno de sus hijos. Corría 2013 y Soledad Acuña no ocupaba todavía un cargo ministerial, pero sus decisiones ya la habían puesto bajo la lupa de lxs trabajadorxs de la educación.

Ocho años después de los pasacalles, hay tres datos objetivos y complementarios. Acuña es la ministra de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la cuota mensual del Nivel Primario en el colegio Aletheia supera los 40 mil pesos y el salario inicial de jornada simple para un docente porteño ronda los 35 mil pesos. Pero esta historia empezó antes…

 

LA NIÑA DEL SUR LLEGA A LA UBA

María Soledad Acuña nació en Río Colorado, Valle de Río Negro, el 23 de marzo de 1975. Luego su familia se mudó a San Carlos de Bariloche, donde transcurrió toda su infancia y adolescencia. Comenzó su Primaria en una escuela pública, la 61, pero ya desde la más tierna edad fue hostigada por los sindicatos: la seguidilla de paros docentes obligó a su padre y a su madre a cambiarla a otro colegio, de gestión privada y experimental: el Vuriloche. 

Stella Robato, madre de Soledad y profesora de Historia en institutos de formación docentes y escuelas secundarias de Bariloche, fue una de las fundadoras de esa experiencia educativa impregnada por la pedagogía waldorf. No había evaluaciones típicas, las aulas se extendían hacia la naturaleza del lugar y estaba conformada por una cooperativa de familias. 

Pecados de juventud, diría su actual compañera de espacio político, Patricia Bullrich. La Secundaria la cursó en otra institución, el colegio Alemán Primo Capraro, donde su madre era docente y ella estaba becada.

Cuando Soledad terminó sus estudios secundarios decidió seguir su carrera académica en Buenos Aires, y se anotó en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA para estudiar Ciencia Política. De allí salió con un título pero con algo más importante bajo el ala: una pasantía que modificaría su vida.

La escuela primaria de Bariloche estaba impregnada por la pedagogía waldorf. No había evaluaciones típicas, las aulas se extendían hacia la naturaleza del lugar y estaba conformada por una cooperativa de familias.

 

EL GRUPO SOPHIA

Horacio Rodríguez Larreta era liberal ya en 1994, y también sagaz. Laburaba en política y gestión, al frente del Pami menemista. En ese momento decidió crear una fundación que se convirtió, al poco tiempo, en usina de funcionarios y funcionarias. 

El Grupo Sophia nace poco antes de la reelección del fallecido ex presidente. Sus cazadores de talentos pululaban por universidades públicas y privadas de Buenos Aires, y llegan a la UBA buscando estudiantes para un estudio sobre Políticas Sociales en la Patagonia. Es ahí donde la vida de Soledad Acuña se cruza con Sophia. 

El ingreso de la actual ministra al think thank de Larreta es casi inmediato, y se produce una relación dialéctica: Acuña aporta a la entidad y la misma, a su vez, forma y moldea a Acuña. Ocupa el cargo de directora del Área de Reforma de Estado y Gestión Pública. En ese espacio, Sole conoce a otras luminarias y futuras funcionarias como María Eugenia Vidal, Carolina Stanley y Guadalupe Tagliaferri, pero también comienza a participar en cargos ejecutivos de Estado, siendo asesora del gobierno de Fernando de La Rúa, primero, y de Felipe Solá, luego. 

En 2003 se da el encuentro más esperado por toda latinoamérica liberal unida: Horacio Rodríguez Larreta acerca a Mauricio Macri al Grupo Sophia. Acuña ingresa al Parlamento porteño como legisladora por el partido Compromiso por el Cambio, que luego se autopercibiría Pro. Preside, en esa Legislatura luego devenida en escribanía del Ejecutivo, las comisiones de la Mujer y de Salud. Y conoce a su actual esposo: Diego Kravetz. 

 

UNO PARA EL OTRO

Kravetz era progresista en 2001, o al menos eso aparentaba. Abogado, era un referente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas y militante de renombre de la cooperativa porteña IMPA. Esa militancia le permitió llegar a legislador de la ciudad de Buenos Aires por el Partido de la Revolución Democrática, en 2003. 

De allí hasta 2015 fue un saltimbanqui: clave en el armado del Frente para la Victoria (que abandonó en 2009), recaló en el massismo por dos años y desembarcó con bombos y platillos en el macrismo bonaerense, como secretario de Seguridad de Néstor Grindetti en Lanús.

En su haber, además de camaleónicas filiaciones partidarias, cuenta con dos denuncias que no llegaron a buen puerto. Por un lado, cuatro hijos de desaparecidos, acompañados por Estela de Carlotto (Abuelas de Plaza de Mayo) y Taty Almeida (Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora), lo denunciaron por fraude argumentando que habían cedido, en 2006, sus indemnizaciones en calidad de préstamos a la fábrica recuperada IMPA con la promesa de la devolución un año después, algo que no sucedió. 

Además, Lucas Manjón, de Fundación La Alameda, en 2017 lo señaló junto a Néstor Grindetti, intendente de Lanús, y Soledad Acuña, su actual esposa, por enriquecimiento ilícito, asociación ilícita e ingreso de dinero de origen ilegal en actividades legales.

El Grupo Sophia nace poco antes de la reelección de Menem. Sus cazadores de talentos pululaban por universidades públicas y privadas de Buenos Aires. Así llega Acuña al 'tkink thank' de Larreta.

Acuña y Kravetz están juntos desde 2003. Cuatro años después de iniciada la relación, Mauricio Macri es elegido jefe de Gobierno de la Ciudad. La carrera de Soledad Acuña pega un salto y llega al Ministerio de Desarrollo Social presidido por María Eugenia Vidal, en 2007, con el cargo de subsecretaria de Promoción Social. 

Su desempeño en ese lugar, y su cercanía con varias de sus funcionarias, como Guadalupe Tagliaferri y la propia Vidal, la pusieron en carrera para el cargo de ministra cuando la futura gobernadora de Buenos Aires fue anunciada como vice de Macri en las elecciones de 2011. Pero algo pasó en el medio. 

Nadie, salvo Acuña y Vidal, conoce el trasfondo, pero lo cierto es que la rionegrina salió eyectada como un misil norcoreano de Desarrollo Social, y el mentado cargo de ministra lo ocupó otra Sophia Girl: Carolina Stanley. Sin embargo, si sucede, conviene… y esa inesperada salida le abrió la puerta a otro ministerio apreciado: Educación. 

Esa historia, ese desembarco, tiene como protagonistas a Kravetz, las Juntas de Clasificación Docentes y la represión estatal.

 

EN LAS TIERRAS DE ESTEBAN BULLRICH

Hacia finales de 2011, el Ministerio de Educación porteño, presidido por Esteban Bullrich, decidió avanzar fuertemente sobre el Estatuto del Docente, borrando de un plumazo la mitad de las históricas Juntas de Clasificación Docentes y reemplazándolas por un sistema de inscripción online. 

La reacción de la comunidad docente no se hizo esperar. Hubo una histórica movilización a la Legislatura el 2 de diciembre, que finalizó con represión policial y barrabravas persiguiendo docentes para hacerles comprender pedagógicamente que las Juntas no servían más. 

Diego Kravetz era legislador porteño por el PJ, y se abstuvo en la votación. Sin embargo, desde diferentes gremios docentes señalaron que se trató de una maniobra para disimular su aporte a la victoria legislativa del macrismo, incluyendo sugerencias para la letra final del proyecto oficialista. 

Trece días después de sancionada la ley, el ministerio de Educación anunció modificaciones en su organigrama, creando varias Subsecretarías nuevas. Entre ellas, la de Equidad Educativa, que sería presidida por Soledad Acuña, pareja de Kravetz.

La llegada de la actual ministra porteña a la cartera educativa no fue un lecho de rosas. La mayoría de los cargos de gestión del Ministerio estaban ocupados por referentes del partido Recrear, fundado por Esteban Bullrich, y miraban con recelo a la flamante Sophia Girl. Sin embargo, Acuña logró sostenerse creando algunos programas como Familias en la Escuela y Terminá la Secundaria

También tejió una hábil estrategia desde su rol de conducción de la Secretaría de la Mujer del Pro, visitando escuelas secundarias y charlando sobre la violencia de género en algunos talleres. Ese idilio se rompería años más tarde, con la toma de decenas de colegios porteños en oposición a la reforma educativa impulsada desde el Ministerio.

En Sophia, la futura ministra conoció a otras funcionarias en formación como María Eugenia Vidal, Carolina Stanley y Guadalupe Tagliaferri.

Desde 2013 hasta 2015, Acuña se mantuvo firme en su cargo, pero con momentos de zozobra. Por ejemplo, cuando se cerraron varias sedes del Programa Puentes Escolares, en 2013 y 2014, lo que generó el repudio no solo de la población beneficiaria y los y las trabajadoras, sino también de varios representantes sindicales, que la tildaron de no comprender la lógica educativa y tener una mirada asistencialista.

También se abrieron sumarios a cinco docentes, delegados gremiales y militantes del Movimiento Popular la Dignidad que trabajaban en el Programa Primera Infancia. Fueron acusados de vandalizar el Ministerio, cuando en realidad habían realizado una toma en repudio al cierre de una de sus sedes y al desconocimiento de su titularización. De este episodio se desprendió el escrache frente a las puertas del colegio Aletheia. 

En octubre de 2015, Mauricio Macri gana las elecciones presidenciales y se lleva a Nación a varios ministros. Esteban Bullrich deja su cargo y a Soledad Acuña se le allana el camino para ocupar el cargo vacante. 

 

LA SEÑORITA MINISTRA

Soledad Acuña asume la dirección del Ministerio de Educación porteño hacia finales de 2015. Sus poco más de cinco años de gestión han continuado la devastación de Bullrich, pero con características propias: una profundización de la injerencia privada en ciertas formaciones pedagógicas, una descomunal transferencia de recursos al sector privado, una baja considerable de inversión, un marcado desprecio hacia la comunidad docente y sus representantes sindicales y una evidente pretensión de transformar la educación de gestión pública en un espacio para familias que no poseen el dinero suficiente para “caer” en la educación privada. El modelo chileno, en síntesis. 

Uno de los primeros y más fuertes conflictos que enfrentó Acuña fue el presentado por lxs estudiantes secundarixs ante la denominada Escuela del Futuro, que buscaba modificar planes de estudio y configurar un sistema de pasantías que precarizaba a pibes y pibas del último año de cursada. Hubo tomas en más de 20 colegios en toda la ciudad, generando un caos educativo y poniendo en evidencia la fuerza de la comunidad estudiantil.

La respuesta estatal fue represión, apertura de sumarios y persecución a familias y estudiantes. A esto le siguió la implementación de la Unicaba, un profesorado a la medida del Gobierno macrista-larretista, que reemplazaría a los antiguos profesorados. Nuevamente, la comunidad educativa salió a la calle, con medidas de fuerza y la exigencia de que se diera marcha atrás con la implementación. 

En ambos conflictos (la Reforma y la Unicaba), el Gobierno avanzó, pero menos de lo pensado. A principios de 2019, una nueva decisión puso en pie de guerra a docentes: el cierre de más de una decena de escuelas nocturnas, lo que generó un repudio generalizado y la revisión de esa medida, que finalmente quedó en la nada. 

En los intersticios de esas decisiones deben observarse las reformas más estructurales de Acuña. Por un lado, un presupuesto educativo cada vez más acotado, al punto de que el actual es el más bajo de toda la década. Por otro, una diatriba a favor de las nuevas tecnologías, con capacitaciones y presentaciones pomposas y el caballito de batalla de Programación como contenido educativo, aunque la realidad en las aulas deja al descubierto la muerte del modelo digital 1 a 1.

Su gestión fue la continuidad de las políticas de Esteban Bullrich, pero con características propias: achicamiento del presupuesto, transferencia de recursos al sector privado y desprecio hacia la comunidad docente y sus representantes sindicales.

En 2016, se restringió la entrega de computadoras de 4° a 7° grado, al igual que la conexión a internet. El resultado es la profundización de la brecha digital, lo que genera que, en la actualidad, solo dos grados de siete tengan dispositivos propios. 

Acuña también fue la responsable de problemas graves con las vacantes, con casi 15 mil niños y niñas sin cupo en 2020. Sobre el final del año, un escandaloso fallo judicial del Tribunal Superior de Justicia porteño, afín al macrismo, resolvió negarle el derecho al acceso a la educación pública a varias familias argumentando que solo podrían reclamar vacantes quienes no pudieran pagar una cuota de escuela de gestión privada.

En paralelo, la gestión de la ministra sigue acumulando críticas por fallos estructurales muy evidentes en los centros educativos, escuelas que no tienen gas pero sí plagas de ratas, programas socioeducativos con cientos de docentes precarizados y precarizadas (con el agregado de despidos recientes en el programa Jornada Extendida), la contratación fraudulenta de personas sin formación docente para cumplir tareas pedagógicas, el acercamiento de ONGs de dudosa procedencia para capacitaciones docentes (entre ellas, Ticmas y Tec.la) y una escuela pública que camina hacia el abismo. Por si fuera poco, llegó la pandemia para poner en carne viva a todas estas decisiones políticas.

 

LOS DÍAS SILENCIOSOS DE LA PANDEMIA

La grieta, se sabe, también salpica la gestión política de la pandemia desde el comienzo. Ante la llegada de la segunda ola de contagios de Covid-19, el presidente Alberto Fernández contradijo a su ministro de Educación, Nicolás Trotta, y decidió cerrar las escuelas en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Larreta, ya en campaña, se rebeló y hasta judicializó la medida. Le salió bien, porque hasta la Corte Suprema de Justicia jugó para el jefe de Gobierno.

Acuña también fue la responsable de problemas graves con las vacantes, con casi 15 mil niños y niñas sin cupo en 2020.

Soledad Acuña casi no habló durante el conflicto entre Nación y Ciudad, pero su Ministerio, otra vez en el ojo del huracán, actuó. Continuó con las escuelas abiertas, persiguió con sus múltiples tentáculos (que incluyen conducciones y supervisiones cómplices) a docentes y familias que no quieren mandar a les pibis al colegio y aplicó criminales descuentos a les trabajadores de la educación que decidieron parar, violando de este modo el derecho constitucional a huelga. El silencio de Acuña también es evidente sobre un tema tabú: la creciente cifra de muertes entre docentes y no docentes de la Ciudad.

En el medio, un fallo judicial ordenó a la muchacha sureña no computar las faltas a alumnos y alumnas y garantizar la virtualidad educativa, bajo pena de una multa de 50 mil pesos por día de su salario de no cumplirse lo solicitado. Pareciera que los efectos de la medida judicial no se están notando demasiado. 

Con las primeras jornadas de frío, la presencialidad educativa en las escuelas porteñas se comenzó a complicar aún más, ya que si se respetan los protocolos y se dejan las ventanas abiertas garantizando la ventilación cruzada, les pibis tendrían una experiencia pedagógica vívida de la estepa siberiana invernal. 

El Ministerio porteño zanjó el problema como suele hacerlo: aconsejando, con cartelitos, ir abrigades al colegio. Sin embargo, y leyendo el flyer que pululó por redes sociales, se les pasó por alto un detalle: no se explica de qué modo recomiendan escribir con guantes.

 

BRUTOS, ZURDOS Y VIEJOS

El Grupo Sophia, sostenido económicamente por dinero poco investigado de decenas de empresas privadas, nace en pleno auge de liberalismo estatal y la Reforma Educativa menemista. El aparente retiro del Estado de muchas políticas públicas abrió la posibilidad al ingreso de ONGs al mundo político, brindando asesores y, fundamentalmente, ideas.

Los think thanks o “tanques de pensamiento” como Sophia invadieron espacios educativos y de contención social, con una mirada asistencialista y privatizadora de lo público. El Estado, reducido a su mínima expresión, solo debía atender las necesidades de los desahuciados. Y a cuentagotas. Fue un asalto silencioso, con sigilo y paciencia. 

No es extraño, en cierta forma, lo que algunos diarios porteños informaron a principios de 2021: el Grupo Sophia, luego de 15 años sin presentar balances y casi dos décadas de no renovar autoridades, perdió su personería jurídica. A pocos importó la noticia, ya que el objetivo estaba cumplido: Sophia había llegado a las grandes ligas hacía rato

Acuña casi no habló en medio del conflicto entre Nación y Ciudad, pero actuó: continuó con las escuelas abiertas, persiguió a docentes y familias por la presencialidad y aplicó criminales descuentos por los paros docentes. 

A finales de 2020, Soledad Acuña fue invitada a una charla virtual organizada por el diputado y especialista en anti-peronismo Fernando Iglesias. Allí, en terruño propio, se desató. Dijo que los y las estudiantes de los profesorados “son personas cada vez más grandes de edad que eligen la carrera docente como tercera o cuarta opción luego de haber fracasado en otras carreras”.

Siguió: “Y si uno mira el nivel socioeconómico, o en términos de capital cultural, al momento de aportar para el aula, la verdad es que son de los sectores más bajos socioeconómicos los que eligen estudiar la carrera docente”. Y remató: “Eligen militar en lugar de hacer docencia”.

Muchos y muchas relacionaron estos dichos con el paso de Soledad Acuña por el colegio secundario barilochense Primo Capraro, que cobijaba al nazi Erich Priebke entre sus principales valores. Sin embargo, y a pesar de acertar el diagnóstico formativo, no es necesario retroceder tanto en el tiempo: el encono de Acuña con la militancia docente es una proyección, ya que cada decisión que toma su Ministerio está empapada de su paso por Sophia. 

La ya disuelta usina de pensamiento larretista podrá perder el pelo, pero no las mañas. Podrán cerrarla, decir que obitó, quitarle la personería y llevarle flores pero, al decir de Domingo Faustino Sarmiento, las ideas no se matan.

 

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