"La misión de Sandra y Rubén fue abrirnos la cabeza"

por Lautaro Romero
Fotos: Federico Imas
02 de agosto de 2019

A un año de la muerte de Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, vicedirectora y auxiliar de la Escuela N° 49, las calles de Moreno se colmaron de alumnos, amigas y compañeros que renuevan su pedido: educación pública y de calidad, escuelas dignas y justicia.

Como todas las mañanas, aquel 2 de agosto en que explotó la escuela primaria 49 y murieron Sandra Calamano y Rubén Rodríguez, vicedirectora y auxiliar; Silvia se preparaba para hacer el camino de todos los días para llegar a la escuela 34, “una de las últimas de Moreno”, donde da clases de literatura, con el anhelo de sensibilizar a los pibes y pibas de barrio Mariló, cerca del río Reconquista.

Silvia todavía siente la angustia: “vibraron todos los vidrios de mi casa, podríamos haber explotado nosotros. Ese mismo día salimos a las calles y marchamos. Y hasta hoy no paramos. Es una manera de reconocerlos, honrarlos y agradecerles. Hubo una concientización de la comunidad. Su misión quizás era esta: abrirnos la cabeza a todos”.

Foto: Fede Imas

Foto: Fede Imas

A un año del triste episodio con la fuga de gas que desnudó la desidia y que aún no encuentra justicia, la marea de peregrinos hace del Morenazo muchos más que una palabra, sino un movimiento que no detiene su marcha, que camina kilómetros y kilómetros y no descansa, y pide por Sandra y Rubén, pero también por escuelas seguras y dignas en toda la provincia.

Ese mismo día salimos a las calles y marchamos. Y hasta hoy no paramos. Es una manera de reconocerlos, honrarlos y agradecerles. 

Quienes encabezan la caravana son los familiares, entre ellos Diego, hermano de Rubén: “Podría haberse evitado. Siento mucha bronca. Tenemos un gobierno ausente que no hace nada por las escuelas públicas. Es muy poco lo que se hizo”

Porque pasó todo este tiempo, y si bien a principios de abril las clases en Moreno volvieron a su normalidad, dolorosamente -en pleno invierno-, todavía hay escuelas – se calculan más de 50- que no tienen habilitado el gas. Escuelas con obras a medio terminar, sin dirección ni coordinación correspondiente, lo que incluye pintar sobre paredes descascaradas y rajadas, o colocar tomas que generan corto circuitos en las instalaciones eléctricas, como ocurre en la escuela Nº 50, de Francisco Álvarez.

Foto: Fede Imas

Foto: Fede Imas

En el aula, sin calefacción, los estudiantes y docentes envueltos en frazadas para apalear el frío. Roperos comunitarios para combatir la falta de calzados y abrigos a causa de la miseria. “Esto no es una educación digna. Lo que hacen es poner cáscaras para la foto. Ahorran presupuesto, es parte del ajuste. Primero arreglaron las escuelas céntricas, después hicieron que arreglaban la periferia. La gobernadora María Eugenia Vidal y Sánchez Zinny –director general de Cultura y Educación- siguen sin dar la cara. La pérdida de estas dos vidas fueron el límite”, denuncia Cristina, directora de la escuela N° 50.

"Es momento de exigir que se hagan cargo los responsables"

A su lado está Cecilia, de 10 años, quien es alumna suya, y quien confiesa que están “con miedo constante al mínimo olor a gas”. “Cuando querés prender la estufa a la mañana te dicen que te alejes o llames a alguien por las dudas”. 

Paula también es directora y se moviliza, sabe lo que es cargar una mochila pesada de responsabilidades al hombro: en la secundaria número 4, están hace cuatro años sin gas. Sí, leíste bien: cuatro crudos inviernos sin un lugar cálido donde enseñar y aprender.

“Estamos a la espera de que vengan a hacer la habilitación. Es momento de exigir que se hagan cargo los responsables. Lo que pasó con Sandra y Rubén nos hizo caer y dar cuenta de que nos ocupábamos de un montón de cosas que humanamente son entendibles, pero que no están bien”, reflexiona Paula.

Foto: Fede Imas

Foto: Fede Imas

Yanina nos cuenta que en el Jardín de Infantes nº 929, al no tener gas, y en consecuencia al no poder preparar el desayuno y la merienda, las docentes decidieron comprar pavas eléctricas de su propio bolsillo. Claro que las familias que viven en los alrededores del Dique, en Cascallares, al mismo tiempo padecen otras urgencias: “cuando llueve no pueden traer a los chicos porque son muy pocas las calles asfaltadas”.

En Moreno, casi de manera histórica, fue necesario conformar un Comité de Crisis integrado por representantes de distintos puntos del distrito, que llevan a la mesa y a la acción los reclamos que perduran por las carencias edilicias de las escuelas.  

“En el Comité accedemos a los presupuestos y les peleamos palmo a palmo las obras. Están perdiendo platas, la plata de todos nosotros. No lo vamos a permitir. Por eso están tan molestos, por eso nos quieren disciplinar –en estos meses directivos y docentes han sufrido amenazas y suspensiones-. Pero no nos van a  poder frenar”, asevera Yanet, docente de la escuela nº 76, de Moreno.

Y agrega: “Las familias se pusieron la camiseta de la educación pública, se dieron cuenta que si no éramos una unidad, esto no se soluciona. Y eso cambió las reglas del juego: el Gobierno no pudo ponernos a los padres en contra”

La marea de gente rodea la plaza Carlos Fuentealba y continúa su curso hacia el Consejo Escolar: todavía intervenido por los funcionarios que dispuso el Gobierno, aunque ya sin Sebastián Nasif –renunció tras la explosión- y su infamia a cuestas. “Hace falta gente que sepa lo que es estar dentro de una escuela pública”.

Foto: Fede Imas

Foto: Fede Imas

Que sepan lo que es pasar frío y hambre: en Moreno, los comedores subsisten con las pocas migajas que les envía el Estado,  con “un mate cocido con dos galletitas” de merienda por día. La comida es escasa y de pésima calidad, y lejos está de cumplir con las pretensiones mínimas del Servicio Alimentario Escolar. 

“Las familias se pusieron la camiseta de la educación pública, se dieron cuenta que si no éramos una unidad, esto no se soluciona”

“No es una buena alimentación, son familias que sufren muchas necesidades”, asegura Silvia, quien organiza ollas populares en la escuela 34.

Con suerte si hay carne, con suerte si hay menú. 

Sandra confiesa que en sus 27 años como auxiliar, jamás pensó que iba a verse obligada a contar y separar los trozos de carne uno por uno, equitativamente, para darle de comer a los pibes y pibas. “El que almuerza no desayuna. El que desayuna no almuerza. Y tienen derecho a recibir las cuatro comidas, son chicos”, nos dice Sandra, amiga de Rubén, quien ese día salió corriendo cuando le avisaron de la explosión y que había dos muertos: “a Rubén lo llamé un montón de veces pero nunca atendió. Era un groso el gordo. Todo solidaridad, un gran pibe”

De eso habla el comunicado que escribió la comunidad educativa de Moreno, y los familiares de las víctimas; y que interpela a toda una multitud frente al Consejo Escolar:

“Sandra pasó su vida pensando en cómo hacer para que tuvieran más oportunidades en barrios donde la pobreza es estructural, de allí su compromiso con las Orquestas y los Patios Abiertos. Rubén siempre llegaba un rato antes para calefaccionar la escuela, sabía de las necesidades y los estragos que provocan las políticas de ajuste a las familias humildes. Era el quien con amor repartía el mate cocido y los panes con mermelada a los pibes. Ambos amaban la escuela pública. Su muerte no fue un accidente ni una tragedia. Fue un asesinato laboral”.

Foto: Fede Imas

Foto: Fede Imas

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