"En estas cosas siempre hay algo de magia"

por Diego Pintos
09 de octubre de 2017

A 30 años de Oktubre, el legendario Rocambole, autor de la estética de las tapas de Los Redondos, cuenta cómo eran las reuniones dónde se diseñaban los discos que pasarían a la historia. El jueves se presenta en el Leonardo Favio de Avellaneda.

Los Redondos. Oktubre. Un disco inspirado en el contexto de la "Guerra Fría" entre la URSS y EEUU, las revoluciones sociales y el regreso de la democracia en Argentina. El Indio y Skay. La Cofradía de la Flor Solar. Artesanos, intelectuales, artistas plásticos, músicos, y mitos. Mucha mitología de leyendas hermosas, nostálgicas, flower power y contracultura. Ingredientes de una pócima mágica, y el proyecto, el gen inicial, la semilla holográfica creadora. "Recuerdo que en aquella época vino un coro del ejército ruso al Luna Park. La negra Poly, Skay, el Indio, y junto a muchos otros amigos lo fuimos a ver. Nos impresionó. Coro de hombres, voces graves. Y ahí nos empezó a rondar la idea de hacer algo en homenaje a esa estética de la época de la revolución rusa", cuenta Rocambole, quien no precisa de mayores presentaciones más allá de su marca, ya indeleble, en la historia del rock.

"Skay estaba trabajando en algunos riffs de guitarra, algunos bocetos musicales que sonaban como himnos, fraseos para levantar el espíritu. Hacíamos reuniones donde se barajaban conceptos previos. Partiendo de la base de la idea de la revolución, cada cual trabajaba en su área y después reuníamos todo. El disco no estaba hecho, ni siquiera estaban las letras, entonces ninguna de las partes podía ser ilustración de la otra. El mensaje debía estar soportado por tres patas: poética, musical y estético visual", detalla acerca del embrión de Oktubre.

-¿Recordás esos primeros días de bocetos?

-Generalmente trabajo con los métodos habituales del diseño. Tomé información sobre lo que me proponía trabajar. Vi las películas de Serguéi Eisenstein, anarquistas, esa gráfica de principios de siglo que en Buenos Aires también hubo; xilografías, grabados anarquistas en madera donde predominaban el blanco, negro, y a veces el rojo.

-¿Qué significado tiene para vos, en la actualidad, haber participado en la gestación de esta tremenda obra?

-Me emociona mucho haber tenido la suerte de participar de un proyecto que, con el tiempo, fuera tan influyente. En su momento, nunca nadie pensaba que lo que se estaba haciendo iba a llegar a durar más de unos meses. No se pensaba en ningún tipo de trascendencia, para nada. Nadie tenía una especie de idea mesiánica de que "esto que estamos haciendo va a trascender", o algo así . O que ese dibujo que estaba haciendo iba a terminar siendo una remera o una bandera. No era una cosa consciente. Hice un montón de bocetos. Todavía tengo encarpetados muchos de ellos, algunos de los cuales formaron parte de mi último libro "De regreso a Oktubre" (De Regreso a Oktubre - Lo que quedó en el tintero, agrupa nuevas ilustraciones en homenaje a los 30 años del lanzamiento del disco de Patricio Rey y su Redonditos de Ricota). Y soy de hacer muchos bocetos porque, aunque no lo parezca, soy bastante inseguro con mi trabajo; descarto muchas cosas y al final me quedo con los que más me convencen.

-¿Cómo eran las charlas de ideas?

-Corría el mate, fernet, asados, reuniones en bares, y diversos otros lugares. Casi siempre, antes de un proyecto, había reuniones, y quien bajaba un poco la línea del relato -o un guión- que se traía entre manos era Solari. Y después, cada uno trabajaba en lo suyo. Algunas veces me tocó que hubiera un concepto previo, y otras no, hubo que inventarlo, como el caso de "La mosca y la sopa", donde no tenía más que el nombre. Y desde ese "casi nada" empecé a trabajar con lo más obvio: un plato de sopa con una mosca arriba. Pero, a medida de que lo fui trabajando se transformó, encontrando ideas, buscando la posibilidad de expresar varias cosas a la vez dentro de una misma imagen. Y fue complejizándose, hasta llegar a lo que finalmente se obtuvo, una tapa conceptual vinculada a todo lo que estaban haciendo los músicos y las letras de Solari.

-¿Te sentaste alguna vez a repensar la magnitud que cobraron tus trabajos?

-No es una cuestión por la que esté preocupado en pensarla. Creo, sinceramente, que una obra empieza a ser realmente una obra cuando el público se apodera de ella. No vengo del palo de la pintura de galería y de la obra única, empecé a dibujar gracias a las historietas. Las copiaba, me anotaba en los cursos que venían en esas revistas, cuando era chico, con los famosos dibujantes de historietas de la época. La ambición que me movía en la vida era la de -alguna vez- hacer la tapa de una de esas revistas y que eso se editara en muchísimos números. Nunca hice una tapa para una revista de historietas, pero, de alguna manera, me las arreglé para que las imágenes se difundieran de una manera masiva.

-Tarea cumplida. La imagen del esclavo con la cadena debe haberse multiplicado millones de veces.

-Esa imagen ya no es mía hace rato. Ya se la apoderó la gente y en buena hora, porque eso a mí me emociona. ¿Qué más quiere un realizador visual que, las cosas que hizo, la gente las tome con cariño, y las reproduzca por todas partes? Es muy notable pensar en esto, que uno lo pensó y lo hizo alguna noche en la que estaba preocupado porque no sabía qué iba a hacer, y que  también pensaba que no me salía nada de lo que estaba intentando. Cuando uno trabajaba en alguna de las tapas, pensaba: "Maldición, no logré lo que quería, no me sale nada", y daba vueltas y más vueltas, y probaba una imagen, y luego otra, aunque no hubiera ninguna responsabilidad tremenda. Con el paso del tiempo uno reflexiona y dice: "Qué notable que esto haya sucedido así". En estas cosas siempre hay algo de magia. Los Redondos tenían algo que -quizá- tenía que ver con el conjunto de las cosas.

-Te deben haber preguntado mil veces "cómo podría surgir un fenómeno parecido".

-Sí, muchas, y yo respondo que: primero conseguite unos buenos músicos, una muy buena música, una poesía buenísima, un cantante excepcional con un timbre de voz increíble que cante con una pasión tremenda, un guitarrista que tenga un gusto exquisito para los arreglos, un bajista y baterista que puedan soportar todo eso, y después agregale -como condimento final- algunas imágenes que tengan que ver con una idea, y con ese cóctel, no sé si va a producirse el mismo fenómeno, pero algo bueno va a pasar, a alguna gente le va a gustar, si es que está bien hecho.

-¿Cómo sentís que se llevó a cabo esa fórmula, allá en La Plata, en la Cofradía? 

-Desde fines de los años sesenta hubo siempre una ebullición, con las situaciones políticas, artísticas, culturales que se dieron en esos años, el boom de la literatura latinoamericana, el realismo mágico, la revolución cubana, los movimientos libertarios de todo tipo, el cristianismo del tercer mundo, los golpes de estado, y todo eso metido con el pop art, el rock and roll, The Beatles, la literatura de la generación beat. Eran muchas cosas. Y cuando uno es joven y ve todo ese maremágnum se mete en todo lo que puede. Absorbés. Hoy debe haber ghettos suburbanos donde se están gestando cosas, no lo sé. Hay indicios en el arte callejero, por ejemplo, hay cosas muy buenas con respecto a las artes visuales y también en la música. En La Plata hay gran cantidad de grupos, a los cuales, a veces, voy a escucharlos, y aparecen cosas muy buenas.

-¿Qué recordás de los dos toques en Paladium cuando se presentó el disco?

-Fue fantástico, realmente lo recuerdo como una fiesta inolvidable. Fue increíble porque fue el momento en el que las masas copan a Patricio Rey. De repente empezó a entrar una cantidad de gente inesperada, desde los suburbios, y fue notable ese cambio de público que motivó e impulsó al grupo. Para mí Patricio Rey y su Redonditos de Ricota no era un cantante con cuatro músicos, sino ellos más toda la gente que había alrededor, entre amigos, colaboradores, y el público en sí.

-Contame la leyenda de la mano y la cadena.

-(Risas) Pasó lo siguiente. Yo venía  trabajando con imágenes que giraban en ese sentido, influido por pintores argentinos como Ricardo Carpani (que dibujaba para los afiches de la CGT de los argentinos en los años 60). Eso me influenció muchísimo. Yo también hubiera querido ser el dibujante de un gremio. Otras influencias fueron las del dibujante mendocino Carlos Alonso, de trabajos increíbles; el historietista Alberto Breccia, entonces a mis imágenes se le pueden encontrar un origen. Y en esa época yo había encontrado un viejo daguerrotipo de un esclavo que lo habían capturado en el sur de los Estados Unidos, lo tenían contra un árbol, y le habían puesto un anillo de acero en el cuello y unas cadenas, y me impresionó ver su fuerza y a la vez su impotencia. Y una tarde que fui a Capital, me llama Poly y me dice: "Mono, tenés que hacer un aviso para el diario ya. Porque el suplemento Sí cierra a las 6 de la tarde. Y le dije que no podía, que no estaba en el taller, no tenía ni elementos, papeles. Y me insistió en que había que hacerlo ahora mismo. Entonces fui a un kiosko, compré una cartulina negra, un corrector blanco, un marcador negro, y con tiras de "letraset" le fui poniendo las letras. E hice rápidamente la imagen del esclavo con la cadena. Fue hecha muy velozmente, sin correcciones, y así salió. Algún tiempo después del recital empezamos a ver esa imagen, que era para el aviso, apareciendo en remeras, banderas, multiplicándose a tal punto que cuando hicimos la versión de Oktubre para CD, tuve que incluirlo en la gráfica del disco porque en la versión del vinilo no está, la imagen es posterior, hecha sólo para el aviso de los recitales de Obras, presentando el disco, luego de las de Paladium. Estos shows surgieron de un día para el otro, por eso me encargaron el aviso con poca anticipación.

-Algo debe haber tenido esta imagen porque un diseño no se convierte en leyenda así nomás ¿no?

-Algo debe haber tenido, pero escapa a mi control. Si tuviera la fórmula exacta hubiera hecho más de esas (risas). Creo que si hubiera tenido más tiempo para hacer el aviso, corregirlo, emprolijarlo y hacerlo una cuestión más pensada, creo que no hubiera pasado lo que pasó.

-¿Qué va a poder apreciarse en la muestra del 12 de octubre y qué esperás vos de este encuentro?

-Aprovecho que está la escuela municipal de cine y hay mucha gente que está vinculada a producción cinematográfica, y quisiera charlar acerca de la relación de Los Redondos con el cine de animación, donde desde los primeros tiempos hemos trabajado en imágenes en movimiento hasta poder proyectarlas en los recitales. En principio yo trabajaba en las escenografías, cuando Los Redondos tocaban en teatros. Cuando empiezan a tocar en lugares mayores, esas escenografías empezaban a quedar demasiado artesanales, en épocas en que grupos extranjeros traían una tecnología impresionante. Y empezamos a imaginar proyecciones, imágenes que se movieran. Y en el recital de Racing, presentando el álbum Último bondi a finisterre, hicimos una animación en 3D, construidas dentro de la computadora. Y más tarde en River hicimos una secuencia animada que nos llevó muchísimo trabajo de realización, culminando con las últimas proyecciones en el Chateau Carreras de Córdoba. Hablaremos de esto y muchas cosas más.   

La data:

Muestra "De regreso a Oktubre - Lo que quedó en el tintero"

Rocambole en Avellaneda.

Jueves 12 de octubre. 18 hs.

Auditorio del Edificio Leonardo Favio.

12 de octubre 463. Avellaneda.

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