El sinuoso camino mediático del caso Maldonado

por Diego Genoud
16 de octubre de 2017

Cómo empezó y cómo fue mutando la cobertura sobre la desaparición forzada de Santiago en Clarín, La Nación y otros medios masivos. Diego Genoud y un texto necesario para amantes de ese oficio en extinción llamado periodismo.

Si por alguna razón inexplicable el periodismo sigue existiendo, tal vez se estudie en las escuelas que todavía cobran por enseñar un oficio del pasado. La forma de narrar una desaparición en Argentina, durante el gobierno de Mauricio Macri, tiene resonancias que recuerdan a la dictadura y aporta también al manual de la política que, de tan servil, puede resultar contraproducente.

El caso Santiago Maldonado encontró a los principales medios de comunicación bajo la tiranía del breaking news, enrolados en el proyecto de la administración Cambiemos y en su guerra intermitente contra la amenaza mapuche. Todo eso puede contribuir a explicar quizás la avalancha de información entre sesgada y falsa que gobernó sus páginas desde el 1 de agosto de 2017. Es parte del tiro en el pie que se pegan los grandes medios en su apuesta permanente al corto plazo pero se vuelve más dramática cuando se trata de un desaparecido en democracia. A diferencia de lo que había sucedido con la segunda y definitiva desaparición de Jorge Julio López, durante los gobiernos de Felipe Solá y Néstor Kirchner, la usina oficialista se empeñó en plantar como víctimas a la Gendarmería y el gobierno nacional y como victimarios a los mapuches y las distintas variantes de la oposición. Por momentos también, la familia se convirtió en sospechosa y Maldonado en culpable.

 

La primera piedra

Dos días después del operativo de Gendarmería en el Pu Lof, la cuestión mapuche apareció en los diarios con el mismo enfoque de siempre y sin alusiones al desaparecido. Un pequeño recuadro en Clarín titulado “Por los mapuches, más seguridad en Bariloche” y una nota en La Nación que decía “Acusan a mapuches de incendiar La Trochita”. El nombre de Santiago, que ya circulaba en las redes sociales, estaba ausente; en su lugar se destacaba la prédica de Mario Das Neves para que la justicia actué con mayor firmeza.

El 4 de agosto, Clarín titulaba en página 43 de la sección Sociedad “Crece la violencia de la resistencia mapuche: destruyen el móvil de un diario”. El 5 de agosto, el diario fundado por Noble nombró por primera vez a Santiago Maldonado en el interior de una nota, en página 65: “La aparición de un artesano, el otro reclamo del grupo agresor”. Ese mismo día, La Nación llevó el tema a tapa bajo el título “Mapuches: recrudecen los hechos de violencia”. En su interior, una nota tituladaAtaques y destrozos en la sede porteña de la casa de Chubut”, incluía tres párrafos acerca del reclamo por Maldonado, “El Lechu”. Sin embargo, omitía el caso en el copete.

El 8 de agosto, después de la primera marcha en Buenos Aires, Maldonado llegó a la tapa de La Nación: “Se extiende el reclamo por un activista desaparecido”. Clarín lo llevó en su interior en un recuadro inferior bajo el título: “Incidentes en una marcha para que aparezca un artesano”. Fueron las primeras alusiones directas de una cobertura en la que la batalla ideológica se tragó a la información.

 

La violencia

El 10 de agosto, por primera vez, Clarín publicó un editorial sobre el conflicto en página 2 bajo la firma de Alberto Amato: “Un arcaico grito anarquista por la lucha armada”. Es ahí donde comienza la segunda etapa de la cobertura.

La indisimulable desaparición del joven de 28 años se filtra en la campaña electoral, a tres días de las PASO. Pero la línea de acción que predomina en los medios se limita a propagar las versiones oficiales y condenar la violencia de la Resistencia Ancestral Mapuche a partir de mensajes de actores como la Iglesia o de otros miembros de la comunidad. Clarín apuesta ese mismo día en los dos sentidos. En una nota sin firma, destaca que un camionero dice haber visto a Maldonado en Entre Ríos. En otra afirma que la Iglesia criticó a RAM y “repudió las incursiones violentas de mapuches radicalizados”.

También el portal Infobae se pintó la cara durante el mes posterior a la desaparición de Maldonado con títulos como “Comunidades mapuches acusaron de terroristas al grupo RAM y reclaman la presencia de Gendarmería”. La famosa nota que mostraba hachas y serruchos secuestrados a mapuches fue la vía para rescatar el sensacionalismo xenófobo que Daniel Hadad inventó en tiempos de Menem y no resigna jamás, más allá de su reciclaje hacia el pluralismo.

Clarín volverá en tapa con esa estrategia el 15 de agosto: “Mapuches que le ganaron a Benetton sin violencia”, con la historia de “Rosa y Atilio”. Fue parte de un bombardeo incesante y masivo en el que las noticias que asociaron a RAM con la violencia y la extorsión inadmisible sofocaron a la información que pudiera echar luz sobre la desaparición del tatuador nacido en la localidad de 25 de mayo. En ese primer momento, La Nación envía una periodista a cubrir el caso, Loreley Gaffoglio, y Clarín designa a su corresponsal en Bariloche, Claudio Andrade, para que siga el caso con la mirada del gobierno y la Gendarmería.

El 11 de agosto, Clarín llevó una vez más el tema a su portada con una foto y un título: “Sin pistas del artesano desaparecido en la Patagonia”. Ese mismo día en la página 37 una enviada especial del diario escribe una nota que quedará en la historia. “Hay un barrio de Gualeguaychú donde todos se parecen a Santiago”.  El 13 de agosto, La Nación también hace foco en RAM y titula: “El grupo mapuche que, en las sombras, tiene en vilo a la Patagonia”. Copete: “Con actos violentos, reclaman tierras que, alegan, son ancestrales; en cuatro años sumaron 70 causas penales; muchas comunidades no respaldan su metodología”.

Es una campaña sostenida, ya a esa altura difícil de igualar.

En contraste con notas tituladas en el mismo diario “Preocupa al gobierno que se trate de un show político”, en La Nación comienza a destacarse a partir del 8 de agosto la cobertura de Gabriel Di Nicola por la precisión, la variedad de fuentes y el tono entre sobrio y ascético. El periodista, especialista en Policiales, cita al juzgado de Otranto, el CELS, la ONU, el ministerio de Seguridad, el Ministerio Público Fiscal y la Pastoral Social de la Iglesia.

Entre el 16 y el 20 de agosto, Clarín publica una seguidilla de notas de Claudio Andrade, que pone a la Gendarmería como víctima. Desde que “Amenazan de muerte al jefe de Gendarmería en El Bolsón” hasta que “Un rastrillaje hizo dudar de la versión de los testigos”, donde se afirma que se refuerza la teoría -guionada por el equipo de Patricia Bullrich- de que Maldonado podría no haber estado en el lugar, el tatuador estaba distanciado de su hermano y no le respondía los llamados a su mamá.

En esos días, entra a tallar con fuerza la principal hipótesis del gobierno para exculpar a la Gendarmería: el joven artesano habría sido herido por un mapuche en un ataque a una estancia de Benetton, 10 días antes del operativo de Gendarmería del 1 de agosto. Evaristo Jones pone la cara para abonar esa teoría. Se inician dos semanas donde la Casa Rosada y los medios afines trabajan con insistencia sobre esa posibilidad. Afirman que no hubo contradicciones entre los gendarmes. Clarín habla de una profunda investigación interna de Gendarmería que concluye: “los agentes no han caído en contradicciones y sus testimonios marcan que estarían diciendo la verdad al señalar que no se encuentran involucrados”. Allí desliza la convicción de Bullrich: tampoco los testimonios conocidos son lo suficientemente fuertes para aseverar que Maldonado estuvo en Cushamen durante el procedimiento. El 25 de agosto, se publica “Aceptan cambiar la carátula a desaparición forzada” pero en el copete se destaca: “afirman que no hay pruebas contra la Gendarmería”. ¿Quién forzó entonces la desaparición de Maldonado?

La virulencia de la campaña antimapuche tuvo en Jorge Lanata un fanático militante. Con argumentos repetidos y violencia inusitada, disparó dos veces contra RAM desde su sillón en los estudios de Canal 13 y una vez desde la columna que tiene en Clarín los sábados, 25 días después de la desaparición de Maldonado y sin siquiera nombrarlo.

El 29 de agosto, el diario de Héctor Magnetto designa como tema del día en la tapa de la edición impresa “70 actos violentos del grupo extremista mapuche”. El título que conserva la web de Clarín se distancia algo más del lenguaje de la dictadura. El 30 de agosto, Maldonado vuelve a ser el tema del día a partir del informe que la fiscal Silvina Avila envía a la ONU con una hipótesis fundamental: no hay pruebas contra Gendarmería.

 

El derrumbe

La marcha del 1 de setiembre con 200 mil personas según los organizadores termina en represión planificada. Más allá del respaldo inicial y el intento de explicar todo por un grupo de revoltosos, el macrismo disolvió con un operativo de terror que incluyó detenciones una manifestación masiva que reclamaba aparición con vida. Así contuvo el respaldo de sus seguidores y reafirmó a sus opositores pero quedó expuesto. Fue el comienzo de un cambio de clima, pasajero, que obligó a Mauricio Macri a dar un giro, unos días después.

El 4 de setiembre es el día del derrumbe: la hipótesis que abrazó el gobierno nacional se viene abajo. El comunicado del juzgado federal de Esquel informa que el resultado de ADN realizado por la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA dio negativo. El perfil genético de las manchas de sangre halladas en la ropa del puestero Jones no coincide con el de los padres de Maldonado. Es el momento en que Cambiemos queda desorientado en su debilidad y comienza, ese mismo día, un giro discursivo en busca de descomprimir. Macri se refiere por primera vez al caso el 4 de setiembre y dice estar preocupado. Al día siguiente, vuelve a hablar del tema y la Casa Rosada se abre a hipótesis que había clausurado. El secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj -hasta entonces parte de la negación oficial- sostiene que la hipótesis más firme apunta a Gendarmería y después. Marcos Peña ordena recluir a Patricia Bullrich y busca perfilar al ministro Germán Garavano como una línea distinta dentro del Ejecutivo.

A partir del miércoles 6, empiezan las críticas de los principales columnistas, enrolados hasta ese momento, en la cruzada oficialista contra los mapuches y los violentos. Morales Solá habla de parsimonia, inexplicable sigilo y afonía del gobierno. Van Der Kooy de desconcierto, falta de olfato y de reflejos.

El tono de los analistas de los grandes medios, que oscila entre el seguidismo y la lucha contra el kirchnerismo fuera del poder, se revela insuficiente. Quizás por eso, si el gobierno tiene un mérito innegable, es el de no escucharlos: los considera parte del círculo rojo que no entiende de política. Se equivocan más de lo que aciertan, no sirven como defensores, tampoco ayudan con críticas a tiempo. Sólo mantienen los reflejos para despegarse ante cada fracaso del macrismo.

Pasaron más de 70 días y nadie sabe dónde está Santiago Maldonado. Una parte de la sociedad sigue reclamando que aparezca y otra sigue con su vida, como si nada. El gobierno se olvidó del tema porque -en el lenguaje descarnado que se habla en la Casa Rosada- “no altera creencias”: preocupa a la oposición y tiene sin cuidado al oficialismo. En el camino, quedó este testimonio que dejaron los grandes medios para estudiar en las escuelas que todavía enseñan ese oficio del pasado.  

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